Aquél día, uno de mis pacientes de vida me dijo: Tengo muchos años de conocerlo, de ahí que pensé que ahora que estuve ausente de venir a mis consultas, por motivo de la pandemia, no lo encontraría trabajando, sino disfrutando del merecido descanso del finiquito profesional institucional; pero ahora veo que sigue de pie y contento estoy de verle. Gusto me da a mí también el verle Don José y además verle bien. No se crea médico, mi mal parece no tener remedio, pero he de reconocer que me hace bien venir a consultarlo.
Don José es un paciente al que he atendido desde hace más de diez años, él padece de un par de enfermedades crónicas, que tienen periodos de perfecta estabilidad y otras veces, se pierde el buen control, debido a diversos factores, pero donde yo he observado, es que el de mayor impacto, es el estrés generado en el seno familiar y que él traduce como causa primaria, el hecho de que su familia no lo entiende, de ahí que sospeche que mi paciente padece de cierta inestabilidad emocional generada por una comunicación inadecuad con su pareja y con sus hijos, lo que genera ataques de ira frecuentes, y que por tal motivo lo he invitado varias veces a que acuda al departamento de salud mental para que reciba apoyo psicoterapéutico y encuentre “el eslabón perdido” para generar un clima de armonía y paz en el hogar, pero él, evidenciando un franco mecanismo de defensa, contesta que no está loco y culpa a su familia de tener esos altibajos en el control de sus padecimientos metabólicos. En esa ocasión Don José presentaba signos de agotamiento físico y mental y externó que a pesar de limitar sus encuentros para evitar las discusiones que califica como tóxicas y estériles, ahora a su pesar se le ha agregado una sensación de orfandad que lo mantiene muy pensativo y evidenciando un sentimiento de culpa, por no saber escuchar y no tener paciencia, por lo que ha tenido algunos episodios de insomnio, y sensación de fatiga y somnolencia durante el día, y en ocasiones tiene la sensación de tener “un nudo en la garganta”; de pronto observé cómo rodaban un par de lágrimas por sus mejillas, a las que él secó de inmediato como queriendo ocultarlas a mi mirada; aquella escena motivó mi sentido de la compasión, por lo que me puse de pie y fui hasta donde se encontraba y puse mi mano izquierda sobre su hombro derecho, entonces él dio un profundo suspiro y me dio las gracias; por lo que intencionalmente le pregunté por qué me daba las gracias, y él me respondió, que por el hecho de tener paciencia para escucharlo y de alguna manera solidarizarme con su sufrimiento, y luego agregó: ¿Ya ve, cómo con usted sí puedo tratar el tema de mi sentir y malestar? Usted sí me entiende. A lo que le contesté: Usted y yo nos conocemos desde hace muchos años y hemos llegado a tener una relación médico paciente excelente, de hecho, la empatía entre ambos es tan evidente, que nos tenemos confianza, lo que demuestra que ambos tenemos la capacidad de poder entablar siempre una buena comunicación; eso mismo puede hacer con su familia, mejorar la comunicación para que no demos un sentido diferente a los mensajes que emitimos y poder analizar con inteligencia todo aquello en lo que no estamos de acuerdo y aprovechar todo en lo que coincidimos para establecer acuerdos de armonía, de ahí mi insistencia en que acuda al departamento de Psicología, porque ellos le darán herramientas a usted y a su familia para establecer relaciones de calidad y afectuosas.
Es un hecho comprobado científicamente, que si se logra una buena comunicación en todas nuestras relaciones humanas y se privilegia todo lo positivo en las relaciones familiares, el sistema emocional de todos siempre estará en equilibrio, reflejándose en una mejor salud.
Antes de marcharse le dije a Don José: Recuerde que si quiere mejorar su salud integral, tiene que mejorar la salud de sus relaciones interpersonales.
Aquel día fue para mí un día pleno de satisfacción, no solamente por haber ayudado a mi paciente, sino por reforzar en mi persona el hecho contundente de mantener un buen equilibrio emocional y con ello un buen estado de salud integral.
“Así que, buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas se os darán por añadidura” (Mt 6:33)
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