De una cosa estoy seguro, de que para llegar a comprender que la sabiduría que está al alcance de la mano, dirigir primero debemos nuestra atención plena, hacia aquello que, pareciendo insignificante, encierra una gran riqueza, pues en ello se encuentran las respuestas a mucho de lo que nos afecta emocionalmente y causa mal estar. Mas, por naturaleza, hemos de ser tercos, pues habremos de caminar por los senderos más estrechos y sinuosos, los más llenos de obstáculos, justificando nuestra torpeza, argumentando que estamos acumulando experiencia y en que esto nos hará expertos en todo lo que deseamos alcanzar.
A una palabra, el buen entendedor con conciencia plena, habrá de responder con certeza, no requerirá más enseñanza que la que le ofrece la bendita naturaleza, pero, al considerarla inferior a nuestra realeza, la sometemos a nuestro perenne error de sentirnos superiores y estar por encima de todo lo que Dios creó y puso a nuestra disposición, no para terminar con ella, sino para aprender de ella para vivir mejor.
Quien toma estas lecciones con ligereza, habrá de tropezar frecuentemente, pues nadie a la fuerza endereza lo que parece torcido, por el cambio de opinión, es mejor aceptar la forma de ser de los otros y verlos de una sola pieza, aunque estén equivocados, y más, cuando existe el amor, que al ser desinteresado, nos permite con agrado complacer, para tener con ello el cielo comprado.
Buena dosis de sabiduría espero haberle administrado, a todo aquél que en este artículo con toda atención y con agrado me ha acompañado, pero si ya todo esto lo sabía y no le dio resultado, póngase amigo abusado, porque de no haberlo intentado se le puede ir el ánimo, la salud y la vida, por vivir aferrado a las malas costumbres del pasado.

Correo electrtónico:
enfoque_sbc@hotmail.com