Emblemático y significativo de nuestra querida Ciudad Victoria, el enigmático río San Marcos se erige en uno de sus límites antiguos, hoy, a la altura del centro de la ciudad, recordándonos ese compromiso con la naturaleza que deberíamos tener todos los victorenses y los ciudadanos del mundo, en tiempos en que el planeta Tierra reclama la participación total de todos en materia de lucha contra la contaminación y esos temas que a algunos se les dan muy bien, pero que definitivamente, son un compromiso colectivo.
Este domingo hubo acción en el San Marcos, y no hablamos de esos festivales que ya se han hecho tradición con el típico “San marcazo” que representa diversión para quien no puede salir de la ciudad en tiempos de vacaciones, y disfruta el esfuerzo de la autoridad de todo nivel por entregar solaz y esparcimiento a todos.
El río San Marcos fue fuente de abastecimiento de agua para la ciudad. Nace allá en los manantiales de La Peñita, y de ahí brotaba el agua que nos daba de beber.
Posteriormente, La Peñita fue entubada e industrializada para garantizar el agua a todos, dejando de surtir al río, que cuando hay avenidas de lluvias muy fuertes es cuando lleva agua. Sigue el cauce por el límite entre algunas colonias como la Mainero y la Sosa hacia el centro y norte de la ciudad, y de alguna manera “divide” a nuestra ciudad en dos grandes partes, y que la gente identifica como antigua y moderna, pero que realmente tienen casi la misma antigüedad, pero sí significa una división.
Este fin de semana hubo gente de diversos niveles del gobierno que se dieron cita para dar una “mano” al San Marcos: mantenimiento, aseo, como le quiera llamar, pero hubo mucha gente que respondió al llamado de la autoridad y de la conciencia ecológica victorense.
Nada hay que nos de más gusto que saber que todavía respondemos a las convocatorias populares para lograr que nuestra ciudad no pierda ese encanto natural que la madre naturaleza le otorgó hace muchos años, al colocarla al pie de la Sierra Madre, y engalanarla con un venero como el San Marcos, sus enormes árboles de la avenida Francisco I. Madero y otros encantos más que han hecho que propios y extraños dediquen hermosas poesías a la capital tamaulipeca, que, aunque haya quien quiera acabar son sus tradiciones y su sitio, es y seguirá siendo nuestra querida Victoria, la cenicienta, la de los poetas como Francisco de P. Arreola o Lupita Abraham, que inmortalizaron a la capital con sus versos y la prosa que nos recuerda ese paraíso que fue y que para muchos sigue siendo.
Bueno, regresando al San Marcos, tenemos que ha habido un inusitado movimiento, porque desgraciadamente el cauce contiene mucha pero mucha basura, producto de los enemigos del bienestar, de la armonía y de la naturaleza, de los cochinos que no tienen idea de la importancia de tener un paseo natural conservado y limpio.
Pero cada vez hay más conciencia, aunque probablemente no es la que quisiéramos muchos, y que esperamos sea mayoritaria en el tiempo y nos permita conservar nuestros paseos naturales con todo el rigor y eficiencia, para que tengan el impacto ecológico y de conservación que necesitamos cada vez más.
Dice Mario Arizpe que fue un evento muy emotivo, y nosotros nos congratulamos por ello, porque si algo es importante es el querer el sitio de donde eres, porque eso nos permite ser conservacionistas en las acciones que tienen que ver con la convivencia comunitaria.
Si todos participamos la labor es menos difícil, porque se distribuye en más almas y cuerpos dedicados a colaborar.
De ahí la importancia que participen autoridades municipales, estatales y federales, porque todos tenemos el compromiso, y todos disfrutamos del bienestar de la capital tamaulipeca, que, insistimos, aunque a otros les duela, es y seguirá siendo la joya de la entidad que siempre ha sido.
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