“Cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional”. “Levantamiento o sublevación popular”; “cambio rápido y profundo en cualquier cosa”.
Estas son algunas definiciones que acepta la Real Academia Española para la palabra “Revolución”, y pareciera que muchos de los involucrados en este tipo de movimientos no tienen ni la mínima idea de lo que significa.
En México, se gestó hace ya muchos años un movimiento revolucionario, en aras de sacudirse la dictadura y opresión; la gente quería libertad y muchas otras cosa que no teníamos, y al parecer, seguimos sin tener, aunque hoy, mediáticamente nos dicen que ya las tenemos, siendo falsas las aseveraciones oficiales.
La Revolución Mexicana es una fiesta en la que los niños salen a desfilar con grandes barbas y bigotes, y las niñas se disfrazan de adelitas, que no es más que el prototipo de la mujer que acompañaba a los revolucionarios, y que muchos han denigrado porque le dibujan como una imagen femenina, con cartucheras y cocinando para “su Juan”, como dice la canción.
La revolución significa otras cosas, que tienden, por lo general, a suscitar cambios drásticos pero hacia lo positivo: cambios para bien.
Los revolucionarios lucharon porque el pueblo tuviera mejores condiciones de vida, y no nos sumieran en una crisis permanente de seguridad y económica, donde no sabemos si mañana seguiremos vivos o si podremos llenar un tanque de gasolina por los precios que todos los días son sujetos a una incertidumbre como la tranquilidad del gobierno que tenemos.
Hacer una revolución no significa criticar a “la mafia del poder” y desmentir todo lo que venga del aparato oficial, que si bien es cierto, está conformado por un grupo de mentirosos, no todo es malo. Tenemos, por ejemplo, en Victoria, un gobierno municipal que ha entregado muchos metros de pavimento entre otras cosas y que solo los ciegos no quieren ver; en el estado, ha habido acciones que nos han permitido tener una mayor aspiración de vida, un pequeño halo de seguridad más importante que hace dos años, o en el ámbito nacional, una cobertura mayor para los problemas de enfermedades propiciadas por vectores.
Pero la ciudadanía espera esa revolución que inició en el año de 1910 y que no ha cuajado, no se ha consolidado gracias a la corrupción tan grande que todos los años nos entrega nuevos millonarios, a nivel municipal, estatal y federal, y que nos tiene sumidos en una lista de concesionarios de bienes y servicios que se “mochan” con la autoridad para tener los contratos más jugosos.
Y eso lo sabemos todos, día a día, en el lugar donde vivimos, aunque algunos quieran hacer aparecer con que ahora sí tenemos mejores condiciones de gobierno.
Hay mucho bueno y mucho malo.
Pero la gente, lo que quiere, es un gobierno popular que vea realmente por todos nosotros. Un gobierno que no permita el abuso de vividores que por una cuota dan una placa para transitar ilegalmente en vehículos de contrabando, o para no pagar impuestos escudados en un partido determinado.
No queremos una autoridad que permita, por tener una credencial de prensa, estacionarnos donde queramos sin pagar la ilegal cuota que la ciudadanía tiene que cubrir.
Queremos una autoridad que nos trate a todos por igual y que nos de los mismos derechos y obligaciones. Nada hay de distinto entre un periodista y un médico para estacionarnos o pagar impuestos: los dos tenemos la misma obligación y gozamos de todos los derechos ciudadanos.
Y así, pensamos que la Revolución ha transitado 117 años en forma vana, aletargada, somnolienta, favoreciendo a ese grupo de vividores que hoy gozan del presupuesto a través de las Cámaras y las dependencias.
Como que ya es hora que la revolución mexicana se manifiesta, ¿no cree usted?
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