Hay una constante ciertamente, me parece a mí, en todos los textos que he venido publicando en este espacio. Es una constante que subyace a todas mis reflexiones y comentarios, y que viendo las cosas desde una perspectiva adecuada se manifiesta en realidad con mucha nitidez y claridad. Esa constante es mi interés por revindicar a la política.
Efectivamente. Ya sea desde la perspectiva de mi ascendencia familiar (mi abuelo, mi padre, mi tío), ya sea por mi formación (llegué a la economía porque consideré que desde ahí es como mejor podía formarme un juicio sobre los problemas fundamentales de una sociedad y una nación como la nuestra), ya sea por desarrollo profesional (fundamentalmente la función pública en el gobierno y la administración pública tanto a nivel local como federal y actualmente en el poder legislativo), o ya sea por la maduración de intereses personales que oscilan sobre todo entre la literatura, la historia y la filosofía, además de la economía política, es lo cierto que a lo largo de mi experiencia de vida se ha formado en mí una fuerte convicción: La función más importante y dramática que hay en una sociedad es la de la política, por radical y desproporcionada que esta afirmación pueda parecer.
Es importante porque, al igual que ocurre con la filosofía, desde la política nos es posible ver la totalidad de las cosas de una forma panorámica e integradora (o como se suele decir: ver el bosque sin perdernos en el detalle de los árboles nada más), razón por la cual es desde ahí que se establecen las directrices fundamentales para organizar y dirigir al conjunto entero de una sociedad y de un pueblo, que es lo que, por ejemplo, se aprecia de una manera fascinante y cristalina en la Cámara de Diputados, que al ser el principal foro público de la nación (es decir, el corazón de la república), es también el resumen de toda su pluralidad social, cultural, económica, y desde luego que político-ideológica. En el momento en que te es dado percibir las cosas de esta manera, quedas de lleno inmerso en el terreno de la historia, quedando establecida entonces, también, una conexión casi orgánica entre la política, la historia y el Estado como su figura fundamental.
Pero he dicho que se trata también de una función dramática, pues en la política las pasiones humanas adquieren su densidad y consistencia más nítida y articulada, que filtradas por el tamiz de las ideologías se transforman en fuerzas históricas movilizadoraspor aquello que decía Marx al afirmar más o menos algo así como que las ideas se hacen revolucionarias al tomar contacto con las masas; para bien y para mal, pues lo anterioraplica tanto para las ideas y la oratoria encendidas de un José Martí como las de un Adolfo Hitler, de ahí el carácter delicado y serio de la política. Es así que los pueblos adquieran una existencia apasionada, procesada por medio del antagonismo y el conflicto (la silla del poder es sólo una y no se comparte, sólo el proyecto de quién resulte ganador en el juego de la democracia es el que se impondrá), ambos elementos naturales de la acción política y del modus operandi de los políticos (y es por esto que se trata de algo rechazado a la vez que incomprendido por la ciudadanía en general).
Por tanto, ya sea para hablar de Teoría y técnica de la política de Lomelí Garduño, o sobre la grandeza y temple de una estadista de la estatura de Golda Meir con motivo de la película de Munich de Spielberg, o sobre el gran político tamaulipeco que fue Marte R. Gómez, o sobre la visión del futuro que históricamente ha podido proyectar para nosotros Jacques Attali o sobre los planteamientos filosóficos de Camile Paglia o Hannah Arendt, o sobre la forma en que Cristina Rivera Garza hace una crónica regional y social alrededor del problema migratorio en la línea fronteriza entre Tamaulipas y Estados Unidos, o ya sea también para exponer las estrategias que desde la Secretaría General de la Cámara de Diputados estamos desplegando para modificar, precisamente y ni más ni menos, la percepción ciudadana respecto del Congreso y los diputados en general en pro de una vida democrática más rica y sana para México, lo que he estado haciendo no es otra cosa que mantener una amplia y larga conversación sobre política con mis lectores, pero realizada con el propósito de revindicarla, ésta es la cuestión, sabedora ciertamente de que es sólo a través de la toma y el ejercicio del poder público, al que se accede mediante la acción política (aunque es verdad que el poder del sector privado crece cada vez más para influir las grandes decisiones que afectan a las naciones), como a una sociedad le es permitido saber de lo que está hecha y, sobre todo, qué es capaz de hacer con su destino y libertad.
* La autora es Secretaria General de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.