La lluvia es motivo de alegría, pero por las tardes no puedo evitar sentir nostalgia, me recuerda los días lluviosos de mi niñez, cuando por su causa no podíamos salir a jugar, ya que en las calles cercanas a nuestro domicilio en Monterrey N.L. solían confluir las fuertes corrientes de agua, y la mayoría de los niños del barrio utilizábamos como alberca algunas de las vialidades, siendo en verdad muy peligroso, de hecho, se hablaba de que la corriente, en algunas ocasiones ya había arrastrado algunos arrojados bañistas, teniendo saldos negativos; por eso, nuestra madre, temerosa de que nos ocurriera una tragedia, al amenazar las lluvias torrenciales, se apresuraba a cerrar la puerta de la entrada de nuestra casa, ubicada en una de las esquinas, donde confluían las calles Espinosa con Platón Sánchez.
Entonces rápidamente subía a la planta alta de nuestra casa, para acercarme lo más que podía a las ventanas que daban a la calle para observar el paso de los pocos transeúntes y autos que circulaban despacio ante el temor de quedar varados al mojarse los cables del distribuidor.
Después pasaba a un pequeño balcón de la casa que daba precisamente frente a la Plaza “La Luz” y observaba la escalinata central, donde mi hermano Antonio y yo, nos sentábamos por las noches cansados de tanto jugar a las guerritas con terrones, por entre las zanjas, simulando que eran trincheras.
Vacía pues por la presencia de la lluvia, la maravillosa plaza de nuestra niñez, para entonces remodelada entre los años 1960 y el año 1961, si los recuerdos no me fallan.
Pegado al cristal de la ventana en aquella actitud contemplativa, mirando más allá de la lluvia, más allá de lo que sería una página de mi pasado en un presente lluvioso como hoy, escribí 45 años después en una evocación, el poema que comparto con todos mis amables lectores.
Resbaló, resbala Resbaló la gota diáfana de lluvia sobre el liso cristal de la ventana, parecía no tener prisa en llegar a su destino, porque bien sabía que en el camino, habría de tener un fin tan repentino.
Resbala en ocasiones el pensamiento puro y cristalino, quedando las ideas dispersas y extraviadas, pero no resbala el sentimiento, al ver que con el tiempo, se va con él también la vida.
Resbaló y resbala la indecisión continua, y la naturaleza del esfuerzo corre a toda prisa, para ver llegar el día en el que el pensamiento, llegue también a tiempo. Resbala y resbaló con insistencia, la gota que cayó del cielo, para ir a su natural encuentro, pero antes de perder su esencia, dejó su huella en el camino.