En una ocasión, llegué a dudar de que yo fuera de esta época, pues me sentía sumamente atraído por todo lo romántico que sobresalió en otro tiempo. En más de una ocasión llegué a pensar, que mi espíritu era tan viejo, que podría recordarle a mi memoria, que el amor es la esencia de todo lo bueno que hay en la vida, y que por amor, la evolución y la viabilidad de nuestra especie ha podido subsistir a todos los intentos del mal por exterminarnos.

Seguramente que como yo, hay incontables espíritus viejos que viven en esa transición, entre el aceptar el tiempo nuevo o vivir en el viejo tiempo, incluso, estas entidades, se mantienen ajenas a las nuevas reglas de convivencia y conservan dentro de su originalidad esa libertad natural que no los ata a la voluntad de otra persona, ni tienen en alta estima  oel interés ciego por llenarse de cosas materiales para aferrarse a las nuevas costumbres.

Yo soy un espíritu viejo en tiempo inexistente para muchos, pero no por ello envejecido, porque provengo de la esencia primaria que tiene una calidad divina y eterna, me mueven por eso vibraciones en una longitud de onda universal, que conserva la armonía, mientras el amor vibre en la misma frecuencia donde me encuentre.

Yo soy un espíritu nuevo, porque ahora puedo sentir las vibraciones de  aquellos que vibran de acuerdo a sus sentimientos, e impactan la materia que los contiene, al desequilibro que experimentan sus emociones cuando no encuentran la armonía para darle a su espíritu la paz que necesita para experimentar la pureza del amor, que emana de la fuente primaria, creadora de toda la vida en la tierra.

Yo soy un espíritu viejo renovado y permaneceré vigente en cualquier tiempo, mientras persista el amor proveniente de la fuente primaria creadora de lo visible, de lo invisible y de la revelación de la obra vivificante y vigorosa de nuestro Señor Jesucristo.

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