Tuvimos unos años difíciles en cuanto a servicios públicos, principalmente, el que nos afecta a casi todos y provoca miles de maldiciones a la autoridad en turno, daños en la infraestructura familiar, al patrimonio de todos nosotros, y un estado estético lamentable de la capital de Tamaulipas.
Vivimos los años en que caías a un bache y dejabas una llanda, sin más responsabilidad de nadie, porque la autoridad nunca se ha hecho responsable de sus consecuencias por negligencia; vivimos, años de ahorro para adquirir un vehículo que se desvencijó en unos meses, gracias al estado de nuestras calles y al negocio pingüe que hacen quienes se encargan de gobernar y construir -es un decir- calles y pavimentar.
Cuando llegó a la alcaldía Oscar Almaraz emprendió un muy ambicioso plan de rehabilitación de nuestras calles, y aunque no ha quedado bien con todos -imposible, de hecho-, a Victoria le ocurrió que cambió su cara un poco: vimos arterias reconstruidas mucho muy favorablemente hasta que los “genios” del Ayuntamiento decidieron incluir topes -casi bardas- en éstas y echar a perder el trabajo político y administrativo de Oscar, además de desperdiciar los recursos que nos costó a todos cada calle.
Luego de una semana en que la lluvia no nos dejó ni para tomar café, Victoria volvió a su estado anterior: llena de baches, algunos, peligrosísimos por su profundidad o tamaño, y presto, el alcalde Oscar Almaraz anunció un programa emergente de bacheo, en el que se hará una inversión muy grande, y que seguramente estará apoyada por el gobierno del estado, para que pueda alcanzar.
No sabemos si alcance para todo lo que se destruyó, pero sí sabemos que el enojo popular tiene remedio con dos acciones fundamentales:
La primera será emprender esa labor de reparación de nuestras calles a la brevedad posible, sin sacrificar, como lo han hecho, otros programas y compromisos prioritarios; la otra acción será la de vigilar que los trabajos se hagan bien, porque no es justo que Oscar haya autorizado todos estos trabajos que la verdad sea dicha, dieron otra cara a la ciudad, para que en la primera temporada de lluvias, por cierto, muy leve, todo esté destruido, lo cual habla de la falta de honestidad de constructores o empleados de bacheo: no es posible que todo se destruya tan fácilmente: quiere decir que alguien no supervisó y otros se robaron material, pusieron menos y cometieron un fraude e hicieron un cochinero de trabajo.
E insistimos: es con nuestro dinero, no con el de ellos, por lo que hoy debe el alcalde ser muy meticuloso en la revisión de materiales y constructoras que participen, y exigirles garantía en el trabajo, y si llega a abrirse el pavimento con el primer aguacerillo, que lo vuelvan a poner en garantía sin costo al Ayuntamiento.
Es hora de que los ciudadanos no pensemos que las obras públicas son negocio de unos cuantos, y que se reflejen en beneficios para todos. Las calles son de y para todos, y no tenemos por qué padecer estos problemas.
Y los encargados de Obras Públicas deben ser más responsables, y que se les finque responsabilidad civil y/o penal si el pavimento se levanta.
No tenemos por qué pagar sus lujos, y tampoco tenemos por qué soportar que se pague una carpeta de 10 u 11 centímetros de espesor y se ponga de 5 o 6, en detrimento de la calidad, y además, que se cobra como si fuera de 15 centímetros.
Es hora de vigilar nuestro patrimonio, y Victoria es el mayor y más grande patrimonio de todos nosotros. Elevemos la voz y pidamos una verdadera y real auditoría a las obras, y cuando los topos de Comapa, Telmex u otros rompan sus calles, se les obligue a dejarlas como estaban, y no hagan el mugrero al que nos tienen acostumbrados.
Sería la mejor campaña de Oscar en pos de la reelección: el poder dar la cara a la ciudadanía con obras de calidad, que valgan la pena, y que sirvan a la gran mayoría.
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