Y cuando el cansancio la vence y se queda dormida, hasta entonces puede mi mente establecer un real contacto con la suya, es ese un momento especial, podría decirse mágico, porque no hay resistencia para poder hablar .en un silencio total, en el espacio que separa al cuerpo material del espíritu y poder saber de aquello a lo que ella tanto le teme; y yo no puedo dejar pasar esa valiosa oportunidad, porque si algo quiero, es verla feliz el resto de sus días.
Entonces, ella dormida y yo observando a que sus preciosos ojos que hacían protuberancia sobre sus párpados, empezaran a moverse de un lado para otro, señal de que sus sueños habían tocado fondo, y era en ese preciso momento, cuando a mi mente se le permitía pasar; y ella como un todo espiritual, salía a mi encuentro con singular alegría, me abrazaba, me besaba, y cómo no habría de hacerlo, su alma me reconocía y sabía que si algo era suyo era yo, que me había formado de su misma materia y había crecido en aquel lecho tan cálido y especial, protegido de todo, dándome la forma que me daría la seguridad de ser único e irrepetible; y así, poco a poco, sin importarme el tiempo, sin prisas, fui creciendo al amparo de un amor tan puro, como sólo Dios lo puede dar y lo hereda a nuestras madres. Pero esta historia no es para evidenciar mi origen, es, como lo mencioné en un principio, es una historia tan sublime, porque nos lleva de la mano a reflexionar en soledad, cuando el claustro materno se despide para siempre de la maternidad, y posteriormente, ya más expuestos a un entorno lleno de retos y peligros, la madre lucha para darnos seguridad, a una luz que se disgrega en diez destellos de vida, para que lleguen en un momento dado, a convertirse en la luz que va iluminando el camino, mientras la fuente principal de energía, el origen mismo, pareciera que se va apagando, y esa es, pues, mi intensión, saber qué está pasando, por eso, esperaba con calma cuando se abría aquella puerta al universo y su infinito; hasta entonces pude comprender, que cuando ella lograba salir de su estado de ansiedad cotidiana, hasta entonces, y de un tiempo a la fecha, se daba cuenta de que estaba viva y entonces preguntaba ¿Por qué me angustia tanto el no saber qué pasará mañana?
No es entonces la edad la que le agobia, ni siquiera el hecho de no poseer la misma energía, ni el no tener una buena visión o audición como ayer cuando era perfecta; lo que no podía explicarse, era cuándo llegó a su vida esa ansiedad que la mantiene cautiva cuando está despierta.

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