El Paso, Texas, es la ciudad texana situada en la frontera con México que muestra mayor grado de cultura respecto de aquellas características de bienestar que reconocemos de Estados Unidos; orden peatonal y vial, disciplina, servicios públicos de calidad, limpieza de áreas verdes públicas y privadas, incluyendo Laredo y el Valle del Río Grande. A pesar de que el 85% de la población de El Paso es de origen hispano, es una ciudad americanizada.
El atentado registrado en El Paso hace una semana, a manos de una persona armada, que viajó 900 millas manejando desde Dallas, costó la vida de 22 personas y dejó decenas de heridos causando conmoción emocional; tristeza y pesar en El Paso. La consternación es general; la sensación es de duelo por lo sucedido, por todas las víctimas, en especial por la pareja que con su cuerpo y vida protegieron de la muerte a su hijo de dos meses de edad, dejando en la orfandad dos niñas más.
La respuesta social de la población de El Paso, impresiona. Los centros de donación de sangre están abarrotados. Filas de donadores en espera a pleno sol, mostraban la solidaridad y desolación que imperan por la masacre. La organización en esos centros y en El Paso es eminentemente social. Agua, alimentos, snacks se ofrecían sin reparo a donantes y sus familias Las funerarias otorgan servicio gratuito. Las florerías, igualmente. Surgieron decenas de organizaciones sociales ofreciendo servicios y realizando actividades diversas recabando fondos a través de una cuenta bancaria en favor de víctimas y familias, actividades que aún se realizan con mezcla de entusiasmo y tristeza. Fue notoria la presencia de población sajona, blancos pues, para donar sangre y notorio también que el pensamiento social de El Paso, no simpatiza con el pensamiento y mensaje de Trump.
Tras la tragedia surgen viejas cuestiones. El racismo siempre presente; la violencia, las drogas, la desintegración familiar, las armas siempre presentes y finalmente, el discurso violento, racista, descalificativo, del presidente Trump hacia los hispanos, que ahora se ve como anuncio y resorte de la tragedia. Trump sufrió a manos de un racista, un duro golpe a su reelección. No se dice, no se menciona, no se señala, aunque está irremediablemente anclado al ánimo nacional estadounidense. Trump visitó El Paso y el hospital de la ciudad en el que se atiende a la mitad de los heridos. Ninguna víctima ni familiar, ninguna de estas personas, aceptó recibir la visita de Trump, el que se mostró ante la opinión pública con el personal del hospital y con otros pacientes y familiares.
Estados Unidos es un país forjado por las armas. Los europeos llegaron al continente y se posesionaron a sangre y fuego. Sus víctimas fueron, desde búfalos hasta seres humanos, indígenas nativos, mexicanos, y entre ellos mismos, en la guerra de secesión. La nación surgió al amparo de la aparición y desarrollo del revolver Colt y con ello el creciente advenimiento de armas, un gran negocio. Hay cultura acendrada en los estadounidenses por las armas de fuego, es parte de su esencia, por supuesto no por ello son criminales. En los estados del norte de ese país, los pobladores portan armas de manera legal sin que se registren tragedias.
En Nueva Zelanda se registró un atentado que dejó 50 muertos. Admiren la respuesta de la Primer Ministro, Jacinda Ardern, fue de unidad e inclusión. Dijo: algunas de las víctimas, eran inmigrantes o refugiados y señaló: “Ellos son nosotros. La persona que perpetró esta violencia contra nosotros no es (nosotros), no pertenecen a Nueva Zelanda. Asimismo, emprendió una campaña para modificar de manera expedita la reglamentación para tenencia y uso de armas.
En Ciudad Victoria, hay más puntos de venta de cerveza que puntos de educación y de atención médica. Es comprensible que se consuma bebidas alcohólicas, poco se lea, y se viva enfermo.
Reacción
El Paso, Texas, es la ciudad texana situada en la frontera con México que muestra mayor grado de cultura respecto…