Tenía dificultades para elaborar el artículo anecdótico de hoy, porque había tenido un día laboral muy pesado, así que física y mentalmente estaba fatigado, y para colmo, mi hogar estaba lleno de nietos porque la amada abuela los había invitado a comer, como nuestro hogar es estructuralmente pequeño no hay para moverse mucho, pero sí lo suficiente como para llegar a quitarme la poca concentración; los nietos entraban y salían de mi taller literario, estaba a punto de darme por vencido, cuando escuché un diálogo entre mi nieto menor y el mayor, hablaban como si yo no estuviera presente, José con las brazos en jarra se le enfrentaba a Sebastián defendiendo el hecho de que él era el único y verdadero nieto consentido de su abuelo, pero Sebastián adoptando una actitud de niño, le rebatía el punto, lo que encolerizó aún más a José, quien por fin se percató de mi presencia para preguntarme sobre mis preferencias en cuanto al amor que le tengo a mis nietos; José estaba a punto de llorar cuando traté de concederle la razón para conformarlo, cuando pronuncié el sí, de que él era mi nieto consentido, en niño se subió mis piernas y me abrazó, volteando de reojo para presumirle a Sebastián, quien ahora me reclamó a mí y empezó a describir una serie de actividades que realizaba cundo era un niño pequeño: A ver abuelo, quien fue el primer nieto que cargaste, al que le hiciste el primer poema, al que le enseñaste primero a conducir el auto; José con cara de angustia lo miraba sorprendido y en momentos me miraba a mí para ver mi reacción, entonces desesperado grito: Yo soy amigo del gnomo y de la rana mágica que le regaló mi abuelita Tina a mi abuelo.
Sebastián paro de enlistar todo aquello que argumentaba a su favor y empezó a reír por la ocurrencias de José, por otro lado, yo me hacía esfuerzos por no soltar la carcajada, porque no quería con ello restarle valor a la tenaz defensa de mi nieto menor, solo me quedó levantarle el brazo a José para darle el título de ganador del debate y se fue muy contento para darle la noticia a su abuela.
Para entonces Sebastián intrigado me preguntaba: ¿Qué cuento es ese del gnomo y la rana mágica? Y sonriendo le contesté: Es un cuento que también te conté a ti cuando eras mi consentido. ¡Ah bueno! pero a pesar del olvido aún sigo siéndolo ¿o no?

Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com