En las horas de mayor congoja, quisiera que estuvieras aquí para preguntarte, si aquello que hoy me atemoriza, así como tuvo un principio, tendrá también un fin; preguntarte, si el temor es producto de mis flaquezas, de mi poca fe, o de la sensación de vacío que hay dentro de mí, sobre todo, cuando distraído por otros motivos no pienso en ti, en tu amor y tu grandeza, y por no hacerlo, es el motivo de que no te sienta en ocasiones a mi lado.
Yo sé que a pesar de mis errores, tu confías en mí, así me lo hiciste saber desde que estaba en el vientre de mi madre, así, como cuando fui un niño, y en aquella aparente soledad, podía ver y escuchar lo que otros no veían ni escuchaban; ayer, cuando podía sentir y entender a otros seres que también creaste para hacernos compañía.
Hoy quisiera preguntarte, si alguna vez te has sentido solo, si algún día titubeaste, si tuviste dudas, si necesitaste de una familia o de tus amigos; si te pusiste triste y lloraste, porque las cosas no salían como tú querías. Preguntarte, si la incertidumbre te atemoriza, si te basta el sentirte amado por momentos, por el que sólo te pide ayuda y te invoca cuando te necesita, y si el olvido y la ingratitud de los hombres y mujeres que dicen amarte te lastima.
Siempre pienso en Ti, y día con día mi corazón te busca, y más, cuando las tormentas de la débil templanza de mi fe, amenazan con hundirme en la desesperación y la inconsciencia, al sentirme solo, caminando en el desierto de la desesperanza, causada por el miedo.
Hoy te quiero pedir, que te quedes a mi lado y me abraces fuertemente, pero antes te pido me perdones, por lo mucho que te he fallado.
Hoy quisiera decirte mi buen Jesús, que creo en ti.
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