Para las personas creyentes que participan de la misa dominical la Palabra de Dios escrita en la Biblia que se proclama en ella debe de ser luz, criterio de vida, fortaleza para el diario vivir durante la semana.

Este domingo, la Palabra de Dios presenta que la tierra prometida no es cualquier tierra, es el destino del pueblo marcado por Yahveh; para entrar en ella y poseerla, Israel debe asumir algunos compromisos y un comportamiento basado en la justicia divina: “escucha los mandamientos y preceptos que te enseño, para que los pongas en práctica y puedas así vivir y entrar a tomar posesión que el Señor Dios de tus padres, te va a dar”.

Moisés convoca a un momento de silencio y quietud para que Israel se detenga y preste atención: ¡Escucha!
El libro del Deuteronomio presenta a Yahveh como un Dios cercano, resaltando el privilegio del que gozaba Israel en relación con las naciones vecinas: “¿cuál otra nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos como lo está nuestro Dios, siempre que lo invocamos?, ¿cuál es la gran nación cuyos mandatos y preceptos sean tan justos como toda esta ley que ahora les doy?”.

Por el simple hecho de cumplir la ley se otorga al pueblo la sabiduría y la prudencia que lo distingue de otros pueblos: “Es verdad esta gran nación es un pueblo sabio y prudente”.

En el texto evangélico, Mc. 7:1-8; 14-15; 21-23, recuerda que a veces el ser humano se olvida de Dios, se aleja de él y de los mandatos que dan sentido a su vida; centrado en sus intereses, deja de ver allá: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos”.

Se aferra a costumbres irrelevantes y superficiales que alimentan el egoísmo y las apariencias: “Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres”.

La ley deja de ser justa cuando la conciencia del ser humano y su voluntad se corrompen: “porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad”.

Se puede orar con palabras del Salmo 14: “¿Quién será grato a tus ojos Señor? El hombre que procede honradamente y obra con justicia; el que es sincero en sus palabras y con sus lenguas a nadie desprestigia”.

Que el amor y la paz del buen Padre Dios permanezcas siempre con todos ustedes.