Los mejores recuerdos que tengo en la vida, provienen de las miradas que he recibido de las personas amadas, porque en ello descubrí el verdadero lenguaje del corazón, ese, que no requiere que se abran los labios para emitir la voz convertida en palabras; basta sólo con ver a los ojos, para sentir la emoción que emana con tal pureza de otro corazón, y reconocer en ello el amor constituido en una sola pieza, sin haber sido contaminado, cuando se pasa primero por el pensamiento, que como implacable juez, suele juzgarlo todo, y en ocasiones, es tan rígido su proceder, que se le dificulta cumplir con la promesa del Señor, que nos invita a perdonar y ser perdonados, sin tener la consideración de la gravedad del pecado consumado.

La primera mirada fue la tuya, mi divino Creador, y no requerí de mayor lección, que hacer de tu amor el mío, para saber la misión que me trajo a la Tierra; y ¿cuál fue la mayor satisfacción que le diste a mi espíritu para crecer en consecuencia? me diste el dulce vientre de la mujer más hermosa y buena; y me dijiste en aquel precioso momento, que habría de llamarle madre, y te volví a encontrar en una mirada, sí, en la mirada de esa bendita mujer que jamás me pidió nada, que me ayudó a crecer y me dio todo en un amor incondicional muy a tu modo.

Una mirada tuya, mi Señor, me ha bastado para reconocer en cada persona que a mi vida llega, el lenguaje del amor que vive y sale de su corazón.

Qué maravilloso don me has obsequiado, el poder reconocerte en la mirada de aquellos, que como yo, siempre te han amado y te han hablado con el corazón.

Mira a tu pueblo Jesús, míralo con el amor que siempre le has dado, míralo con misericordia como sólo tú sabes hacerlo, y si te hemos fallado, perdónanos de nuevo, porque sólo con el amor que proviene de tu sagrado corazón, podemos vivir la vida como siempre lo has deseado.

Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com