Hace tiempo, uno de mis amigos me decía que es frecuente que el ser humano se olvide de ser feliz; me dio la impresión que estaba haciendo una alusión personal, fingí por ello no darme por enterado, pero sabio como es, notó que estaba rehuyendo contestar a su pregunta, así es que fue más directo y me preguntó:

_ ¿Te pasa algo?

Eso me puso un poco a la defensiva y le contesté que si tenía alguna evidencia de que yo no fuera feliz, y obtuve por contestación lo siguiente:

_ ¿Acaso no soy tu amigo?.

Su respuesta desarmó por completo mi mecanismo de defensa, así es que le di la razón, y le pedí una disculpa, y él un tano extrañado me preguntó

_ ¿Por qué te disculpas? tal vez tú eres quien debe de disculparme a mí, porque conociéndote como te conozco, he dejado pasar por alto esta conversación por mucho tiempo, la verdad, pensé que lo que te estaba pasando era algo pasajero.

Tratando de minimizar su preocupación, le contesté que efectivamente había estado teniendo algunos momentos existenciales difíciles, mismos, que tal vez se reflejaban en mi estado de ánimo, pero, que no eran tan importantes como para llegar a preocuparse y tener generar una sesión de psicoterapia. Mi respuesta no lo convenció, por el contrario, acentuó aún más sus sospechas y sin más protocolos me pidió le platicara el motivo de mi congoja, así es que, respiré profundamente, dejé que mi cuerpo se relajara y me acomodé en el sillón.

Antes de iniciar, le pedí amablemente que no hiciéramos de la conversación un foro debates sobre el concepto de felicidad, y aceptó de buena gana; le dije, que una parte de mi ser, me estaba reclamando mi falta de valor para defender algunos derechos individuales propios de la esencia humana ligados más al estado afectivo que al intelectual.

Él me contestó, que no veía ningún problema en eso, que no se podía renunciar a los derechos individuales, siempre y cuando estos no afectaran a terceros, entonces, todo debería darse en santa paz y no crear conflictos.

Me pregunté a mí mismo ¿hasta dónde un derecho individual afectivo podría afectar a un tercero?

La respuesta parece ser sencilla, pero resulta por su naturaleza muy complicada, porque muchos de los conflictos interpersonales que se dan en relaciones humanas evidencian precisamente un desacuerdo emocional.

Seguramente, para establecer las bases de la sana convivencia entre las personas, el fundamento moral llega en ocasiones a tener mucho más peso que el fundamento legal.

Siempre se pueden lograr esclarecer los panoramas desalentadores en las relaciones humanas, sobre todo, cuando existe la suficiente madurez emocional, así como la presencia de sólidos valores como la honestidad, la confianza, la lealtad y la tolerancia.

Mi semblante un tanto rígido, empezó a cambiar positivamente, al saber que todo ser humano tiene el potencial para llegar a madurar emocionalmente, y con ello, pude allegarse la salud mental tan necesaria para sentirse felizmente satisfecho consigo mismo y con el resto de la sociedad.

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