Nunca le he envidiado nada a nadie de lo que podría hacerme sentir diferente a los demás, pero, eso no quiere decir, que no haya tenido ambiciones, porque he de reconocer que siempre me he esforzado por ser una mejor persona, y al sentir que lo soy, con ello he podido ofrecer lo poco o mucho que tengo en mi haber.

Una de las mayores satisfacciones que he tenido en la vida, es el sentir que aún formo parte de los gratos recuerdos de la gente con las que me crucé en el camino; que por qué lo digo, porque al encontrarme nuevamente con esos seres maravillosos, me han distinguido con su saludo, me han obsequiado una sonrisa, incluso, me han tenido consideraciones inmerecidas.

Ayer me sentí estacionado en un punto medio, y si este concepto tiene definición, diría desde mi particular enfoque, que es un estado del ser, en el cual no te sientes ni joven, ni viejo, pero sin desearlo, empiezas a percibir que algo que mucho aprecias, ha empezado a marcharse de tu vida, y sin saber por qué, te aferras a ello como lo más preciado, porque sientes que la vida no será la misma sin sentir que sigues formando parte de un todo. Por eso quiero seguir teniendo para mí, el espacio muy querido entre mi familia, entre mis amigos, entre mis compañeros de trabajo; quiero seguir teniendo para mí, la parte del día que me da energía para seguir trabajando con un motivo muy claro; quiero sentir que alguien me espera y se alegra con mi llegada; quiero que los motivos de mis anhelos, se conviertan en la realidad, que hagan felices a los que aún les falta mucho por llegar al estado en el que te preguntas, si no te estarás disolviendo entre los muchos problemas que hacen que la vida, más que depararte felicidad, te enfrenta a la brutal realidad de los múltiples e intrincados retos, para llegar a comprender al final, que todo el mal que padecemos, proviene de nuestro torpe proceder.

¿Acaso vale más una vida por lo material, por su tesoro intelectual, por sus habilidades que le abren paso entre la engañosa competitividad, que al final sólo resulta ser el simulado marco de la pluralidad y de la democracia fingida, que nos ha condenado a perder la esperanza, para poder avanzar por el camino de valores como la honestidad.

Ayer fue pasado y vivir en el presente, pareciera que no hubiera mucha diferencia, porque todo parece haberse quedado estacionado en un tiempo que nos ha hecho sentir que se está aquí, como si nunca se hubiera estado.

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