El dantesco y mortal escenario que ha dejado como saldo el terremoto que ayer sacudió a la Ciudad de México y zonas aledañas no dejó por fortuna secuelas graves en Tamaulipas. Fue un susto en los municipios del sur que no pasó a mayores.

Pero algo me perturba.

Es algo que surgió en forma colateral de esta desgracia nacional, que le interesa especialmente a nuestro Estado. Una realidad cercana que debería levantar las antenas a todos los órdenes de gobierno en la Entidad y a todos los sectores sociales en general.

Ayer mismo, el Director de Protección Civil en el Estado informó que tras un ciclo de revisiones en los municipios más importantes de Tamaulipas, quedó en evidencia que seis de cada diez construcciones que se levantan en este territorio, entre ellas oficinas públicas, escuelas, centros comerciales e incluso viviendas familiares, carecen de las medidas básicas de seguridad para enfrentar un siniestro.

¿Por qué la preocupación si ésta no es zona sísmica?

Porque no es ese el mayor riesgo que amenaza a nuestro solar. La valoración realizada por Protección Civil no se focaliza en un terremoto, sino en un escenario general de emergencias. Y nuestro Estado es precisamente blanco favorito de otro tipo de desastres: los huracanes.

El peligro que acompaña a un sismo y a un ciclón –son primos hermanos– es prácticamente el mismo en lo que a su nivel de devastación se refiere. Y resulta que el 60 por ciento de los sitios en los que trabajamos, en los que nuestros hijos estudian, en los que nos damos momentos de esparcimiento, en donde adquirimos nuestros insumos, no están preparados para hacer frente a contingencias comunes como un incendio y supongo que mucho menos ante un fenómeno climatológico, tal vez porque estamos tan acostumbrados a su cíclica compañía que ya nos parecen viejos conocidos. Y en esa confianza, muchas veces nos hacen pedazos, como ya ha sucedido.

Y la advertencia del titular de PC es demoledora: “pueden pasar hasta años para prepararnos debidamente”.

¿A usted no le quita el sueño eso?…

JUEGO DE VENCIDAS

Un problema se gesta en la relación institucional de los órdenes de gobierno estatal y federal en Tamaulipas.

Nadie puede negar que sea válido políticamente que una administración imponga en su quehacer y dependencias los colores del partido que le dio origen. El propio gobierno federal lo hizo cuando fue de extracción panista e inclusive hasta la Policía Federal y sus patrullas conservaron el azul sombrío que les caracteriza desde la era calderonista.

Pero de los colores a las plataformas oficiales de trabajo media una gran distancia.

En el objetivo de –como se dice en el argot popular– “pintar la raya”, algunas áreas estatales están haciendo a un lado lineamientos federales que de quebrantarse podrían en un caso extremo, provocar que se interrumpa el flujo de apoyo del centro. Que les corten la “lana”, para ser más claro.

Ojalá que la sangre no llegue al río, pero para evitar este juego de vencidas se requieren dos virtudes: prudencia y sentido común.

No me parece que sea mucho pedir…

AHÍ ESPANTAN…

Por sí sola la plaza vale la mitad de Tamaulipas en términos electorales.

Se trata de Reynosa, en donde ayer tomó posesión del Comité Municipal del PRI un “luebberista” químicamente puro: Gustavo Rico de Saro.

Si el líder estatal del tricolor, Sergio Guajardo, no tenía un contrapeso real en influencia política, ya puede presumir que cuenta con él.

Uy, el coco…

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