Si duda, una de las mejores señales de que todo va bien en la vida es la sonrisa. Ayer recibí a una paciente por segunda ocasión en mi consulta y acompañado al saludo de manos, ella expresó una saludable sonrisa, con ello me percaté que todo marchaba bien en cuanto al manejo de su padecimiento; en ese momento recordé, que cuando nuestros pequeños hijos se enfermaban, María Elena y yo sufríamos con ellos todo el proceso de su enfermedad, pero también nos llenábamos de gozo, cuando expresaban una amplia sonrisa durante su convalecencia. Lo mismo me ocurría en situaciones apremiantes en el caso de nuestros abuelos, nuestros padres, hermanos y nuestros amigos; desde entonces he aprendido a valorar esta maravillosa señal de bienestar y siempre estoy desando disfrutar cada momento que paso con mis semejantes.

Hoy recibo más sonrisas de los niños que de los adultos y con ello me doy cuenta de la envidiable salud mental de que gozan los pequeños, caso contrario, los adolescentes ríen menos, y qué decir de los jóvenes y los adultos que seguramente van por la vida acumulando, sobre todo, experiencias negativas, que, por cierto, pesan mucho en su ánimo y consecuentemente contribuyen en la generación de amargura.

Ver sonreír a los abuelos no tiene precio, una amplia sonrisa de una amorosa madre o de un orgulloso padre, se traduce en un hermoso gesto de satisfacción por su condición progenitora; sonreír al lado de nuestros hijos, sana cualquier recelo, cuando se especula falta de amor, motivada por la distancia o por el tiempo. La más pura sonrisa se comparte entre nietos y abuelos y le imprime a la vida de ambos la energía suficiente como para estar deseando que continúen indefinidamente o se repita con mayor frecuencia. Sonreír entre esposos, no sólo nos habla de la satisfacción de la misión cumplida al formar un sólido hogar, sino de la existencia de la capacidad sobrada de la unidad, para sustentar y fortalecer día con día, los principios de equidad, de justicia y de armonía, propiciados por el amor, que es el bálsamo que sana las heridas infringidas por sus diferencias. Reír con y junto a los amigos, denota la existencia de solidaridad que hermana y celebra la dicha de saberse saludablemente acompañado.

De todas las sonrisas, la más saludable y amorosa la encontramos en el Padre celestial, que bien sabe que por más difícil que parezca para todos nosotros el poder seguirlo, ninguno faltará a la cita, llevando en el pecho un corazón puro y libre de pecado, para recibir de sus benditas manos la vida eterna, que nos tiene prometida.

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