Te amo porque soy afortunado de sentirme una pequeña astilla de la madera de la cruz del sacrificio de donde pendía la esperanza de la salvación de la humanidad y que siendo como un niño que aún pide perdón por no haber comprendido el por qué y el para qué de los motivos para despertar la conciencia a la verdad que emana de tu gracia, y de tu divina misericordia, acto de amor supremo que me permitió encontrar el camino para descender y clavarse en la tierra fertilizada por tu bendita sangre, milagro que me llenó de gozo y de consuelo para renacer a una vida nueva.

Te amo porque soy parte de la ancestral historia del camino de la verdad y de la vida, y que por más tiempo que ha pasado, arrastrando consigo el polvo milenario, este no ha sido ni será suficiente para cubrir las huellas por donde caminaste en tu estadía por la tierra, nada, ni nadie podrá borrar de mi memoria que estuve en esencia caminando junto a ti, para dar testimonio de la resurrección, que es el fundamento de mi fe como cristiano.

Te amo porque sabiendo que soy débil y vulnerable, a una mirada tuya, fortaleces mi espíritu para ayudarme a mantener de pie una vez que mi cuerpo material cae vencido por el pecado, pero mi corazón siempre arrepentido por haberte fallado, en sublime oración, te pide perdón y una vez perdonado me regresas al buen camino, porque es mi destino el seguirte amando para ser salvado.

Te amo porque siempre me ofreces un lugar en tu sagrado corazón para purificar mi ser y volver a ser iluminado por la luz para encontrar la paz y la armonía, cuando pareciera que mi alma está perdida.

Te amo porque cierras las heridas por donde mi cuerpo manifiesta el dolor, culpando injustamente a la vida, siendo mi desobediencia la causa perdida cuando me empeño en hacer mi voluntad y no la tuya.

Te amo y te amaré siempre, Jesucristo, Maestro, hermano y amigo, porque eres el principio y el fin de todo cuanto existe, eres mi luz y mi guía, eres el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

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