La intolerancia suele tomar siempre caminos que en ocasiones llegan al radicalismo. Hoy un caso ejemplifica en Tamaulipas esas preocupantes circunstancias.

El señor Luis Armando González Isas, presidente de una fraternidad cristiana –no tiene caso citar cuál para no lastimar susceptibilidades– dio a conocer como un triunfo conjunto de su fe y de la ley, la presunta prohibición de la Secretaría de Educación estatal para levantar en las escuelas altares de muertos, como se les conoce en forma popular, bajo el argumento de que con esas acciones se violenta el Artículo Tercero Constitucional. El mismo que habla de una enseñanza laica en el territorio nacional.

En realidad todo indica que el llamado lanzado por esa iglesia a respetar el ordenamiento es un maquillaje. Lo que parece esconder esa postura es la intención de causarle un tropiezo al catolicismo, al cual se le señala como el causante y promotor de esas actividades.

Por favor: Moderación, señores.

Es tanto el afán de algunos credos por cerrar espacios a otros ajenos –también lo hace la jerarquía católica– que se rebasan los limites en ese terreno. En ese afán y en este caso específico, no entienden que esa celebración –los días de muertos– hace mucho tiempo que en México dejó atrás el atavismo religioso para convertirse en una manifestación cultural y costumbre social.

Disculpen el exabrupto, pero me queda claro que a la inmensa mayoría de los participantes en esas actividades les importa un pepino la etiqueta religiosa y lo que buscan es acercarse anímicamente a sus difuntos. Lo menos que tenía en la mente José Guadalupe Posada con sus grabados de “calacas” y Diego Rivera, quien lo secundó al bautizar como “catrinas” a esos esqueletos, era rendirle culto a una iglesia.

Y que me perdone la fe católica, pero el objetivo que menos tienen en mente casi todos los dolientes para rendirle honores a sus muertos, es ver curas y obispos.

Señores, estos días de muertos se han transformado paradójicamente en parte de nuestra vida. Hoy su práctica es una visita virtual a los que ya no están con nosotros, es un puente espiritual y escasamente religioso con los seres queridos.

Entiendan: no se celebra a la muerte, sino el “dar vida” emocionalmente por unas horas o por un par de días a quienes extrañamos. Es un reencuentro con nuestro amado pasado, reciente o no. Y maldita la gracia que me hace que haya quienes intenten tergiversar ese concepto en los niños y en las escuelas por la obsesión de cerrarle el paso, según ellos, al catolicismo, amparados en una ley en varios casos absurda y casi nunca observada.

Lo inquietante también en este escenario es que los necios suelen alcanzar sus metas por el cansancio que provocan, pero más preocupante es aún que quienes los escuchan se sometan a ellos.

Como colofón, quiero reiterar mi respeto pleno a todas las religiones y en especial a las cristianas, por dos razones fundamentales:

La primera es que encuentro un alud de coincidencias con esa fe y su amor a Jesús. La segunda es que tengo el honor de contar con amigos muy queridos en esos credos.

Pero de eso a quedarme callado ante los excesos, hay mucha distancia…

SALDOS

La prevención es uno de los valores fundamentales en toda acción que conlleve un riesgo. Después de ella, el control de la misma.

Los dos factores se aplicaron ayer en el operativo aplicado por el Ayuntamiento victorense en los cementerios locales, que permitieron cerrar la jornada más importante de los Días de los Fieles Difuntos, con saldo blanco.

Un resumen de lo anterior es una frase coloquial que asienta “quien tenga tienda que la atienda”. Y ayer, el alcalde Oscar Almaraz lo hizo personalmente….

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