En ese caminar por las calles del ayer, camino despacio para asimilar tiempo y espacio. En ese caminar de los recuerdos gratos, y tomados de la mano, vamos, yo soñando que puedo volar, tú flotando, subiendo y bajando, tocando el suelo para no perder el paso, y yo en el cielo, viviendo la magia de estar enamorado.

En ese caminar despreocupado, no hay más prisa que la de sentirse amado; cuál tiempo, cuál espacio, todo el universo está de nuestro lado, hemos llegado hasta aquí, para que nuestro espíritu, con amor, sea consolado.

En ese camino de las calles del ayer, fui dejando atrás al niño, para darle paso al hombre que habría de querer estar siempre contigo, con la seguridad de que juntos, podríamos hacer realidad nuestros sueños compartidos.

En ese caminar seguro de los seis años para madurar, pasamos de ser amigos, a ser hermanos, compartiendo todos nuestros secretos consentidos y darnos cuenta que sólo unidos, podríamos realizar todos nuestros sueños más queridos.

En ese caminar juntos, tomados de la mano, llegamos al altar para ser por Dios bendecidos, tú mujer y yo hombre, y la comunión que nos fundió en un solo cuerpo, alabando del Señor, su bendito nombre.

En ese caminar de los nueve meses en espera, de ser dos, tu vientre convertido en una bella y luminosa esfera, me transformó en el hombre responsable, que de ser cualquiera, me elevó a la calidad de padre.

En el camino del ayer, de ser dos, fuimos tres y de tres llegamos a cuatro, pensando que con el número cinco, sellaríamos el contrato que nos convertía en familia.

En ese camino del ayer y después de una larga espera, Dios bendijo mi caminar con más descendencia, y  me hizo regresar  a mi condición de niño, tomando después mi vasta experiencia de padre, para concederme el honor de ser abuelo de siete nietos de singular apariencia, que son la consecuencia de mi actual desvelo, y fue entonces cuando volví a caminar con gratitud en el presente, para dejar constancia de la bondad de mi Señor, que nunca de nuestra vida ha estado ausente.

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