Todos tenemos algún conocimiento con relación a la producción en el campo, lo que forma una opinión de la que se desprenden posibles causas de su estatus y soluciones para la mejora. Igual sucede con educación, salud, etc. Históricamente la producción en el campo obedeció a la concentración de tierra por familias, a las condiciones de explotación de la gente que lo cultiva, al uso de la tecnología disponible en su época, a precios competitivos en el mercado lo que permitió concentración de riqueza a costa de la pobreza de muchos, situación que intentó cambiar la Revolución Mexicana. Repartiendo el territorio nacional no se logra dotar de superficie productiva a cada campesino mexicano. El reparto agrario buscó justicia social con una estrategia errada, como consecuencia abatió la producción en el campo, no generó bienestar social uniforme y finalizó con 77% de campesinos pobres.
En el desierto hay vida, sin embargo no es posible desarrollar agricultura rentable, sin embargo sí al desierto le ponemos tres metros de buena tierra, fertilizante, semilla de calidad, uso de tecnología de vanguardia y riego, de que da cosecha, da. Miles de campesinos carecen de superficie rentable por extensión o por uno o varios de los motivos que la naturaleza exige para obtener una buena cosecha. La enorme producción del campo que abastece al mundo está en manos de pocos,
La política del Tratado de Libre Comercio profundizó las carencias, dificultades y deficiencias para producir en el campo mexicano. El 70% de los campesinos que apenas subsisten ni siquiera entraron a competir pues su producción no da para el mercado de venta así que se retiraron del campo ante productores y política de producción de primer mundo, el resultado fue la pulverización del campo, el crecimiento de los grandes productores que acapararon más tierra que logran exportar granos y la importación de alimentos básicos para sostener el consumo nacional.
La superficie cultivada hace más de 30 años se estabilizó entre 21 y 22 millones de hectáreas. A partir de 1985 se reduce a menos de 200 mil hectáreas para arroz y trigo; el maíz se mantiene en 7.5 millones de hectáreas. El forraje se duplica (2.5 a 5.9 millones de hectáreas) crece la ganadería con pradera natural (1 millón de hectáreas) Los frutales crecen 62% (839 mil a 1 millón 360 mil hectáreas), hortalizas 50% (320 mil a 620 mil hectáreas) Entre 1980 y 2006 el rendimiento de maíz creció 67% (1.8 a 3 toneladas) y el jitomate 60%, (19 a 32 toneladas) por hectárea, la modernización generó productividad y competitividad para soportar precios de venta a la baja y aumento de costo de insumos. Entre 1980 y 2006 el precio del maíz bajó 38% frijol, 42%; oleaginosas, 92%. El forraje subió 23%; frutas 12%; hortalizas 86%; papa 34%. El valor de la agricultura bajó 13%. En 2006, 11 estados concentraban 64% de su valor (Jalisco, Veracruz, Michoacán, Sinaloa, Chihuahua, Sonora, Durango, Puebla, Guanajuato, Chiapas y México) El Producto Interno Bruto agropecuario creció menos que la población nacional, por lo cual su valor por habitante bajó de 5 mil pesos por habitante en 1980 a dos mil pesos en 2005 era $2 mil.
En 1992 había 3.8 millones de hogares agropecuarios, en 2004 sólo 2.4 millones, se perdió 1.4 millones de hogares cuyos integrantes recurrieron a la migración a Estados Unidos o a vivir en el trabajo informal. A pesar de que la agricultura forjó el milagro mexicano, su condición inestable y desigual es histórica. CEPAL 1970: 55% de las unidades de producción no producía su sustento y requería ingreso extra (campesino pobre) 22% vivía de su producción (campesino de subsistencia) INEGI, 1992: 45% del hogar agropecuario está abajo de la línea de indigencia, 25% abajo de la línea de pobreza. Nivel educativo 2004: 28% no tenía escolaridad, 60% con primaria, 7% secundaria, 2% preparatoria, y 2% cursó carrera técnica.
Hoy, 98% del hogar agropecuario es pluriactivo pues el ingreso de la agricultura respecto del total de su ingreso cae (49% en 1992, 31% en 2004) y crecen ingreso salarial (20 y 29%), de negocios propios (6 y
10%), remesas (3 y 6%) En 1992, 23% del hogar agropecuario poseía negocio propio que representaba 6% de sus ingresos; en 2004, 30% de los hogares con 10% de sus ingresos.