La semana que recién concluyó no fue precisamente la mejor que ha vivido la actual administración estatal.
Dos renuncias de primer nivel en el gabinete y una nube de versiones sobre la posible despedida de otras figuras de rango similar, sembraron inquietudes en algunos, zozobra en otros e incertidumbre en muchos.

La salida del titular de la Secretaría de Desarrollo Económico, la del Subsecretario de Transporte –que en los hechos tiene prácticamente el mismo rango de un Secretario– así como las especulaciones sobre la separación del Secretario de Educación y del Procurador General de Justicia, sobre de quien hasta una “renuncia oficial” circuló en las redes sociales y correos electrónicos, aportaron ingredientes para arrojar sombras que descompusieron el clima político y social de Tamaulipas.

Sin embargo, se deben poner los pies en la tierra.

Son circunstancias que acompañan al quehacer gubernamental, ha sucedido y sucederá en otros sexenios y no debe magnificarse como la antesala de males mayores. Son ajustes que a nadie deben sorprender.

Pero ojo. No es lo mismo no sorprenderse que no preocuparse.

Al margen de lo que en la percepción de un servidor debería darse, como sería un mensaje tranquilizador para la sociedad de que todo este galimatías es la normalidad en el quehacer público, hay dos casos que deberían concentrar en mayor medida la atención, tanto del gobierno como de la sociedad.

Son los de la Secretaría de Educación y el de la Procuraduría.

En medio de este laberinto, Héctor Escobar, cabeza de la enseñanza pública en el Estado y uno de los que más asedia la rumorología sobre un presunto adiós, aceptó que la educación sufre dos grandes problemas: los alumnos no pueden ni con el español ni con las matemáticas.

Y sí, sé que no es novedad alguna y que ese atraso es un lastre histórico, pero el hecho de que el responsable de esa área reconozca que no pueden avanzar en las dos materias “madres” de la instrucción, en lo personal me causa dos efectos: me escuece a a la vez me reconforta.

Me inquieta porque pareciera una especie de maldición no poder dominar a esas dos asignaturas a pesar de tantos esfuerzos para lograrlo, pero me agrada que el Secretario no intente adornar la realidad y enfrente los problemas sin maquillajes. Esa es la única manera de empezar a resolverlos, cuando se aceptan.

Ojalá no se vaya el Secretario. Hace falta una visión así.

El otro caso, siempre en mi opinión, es el de la Procuraduría, merecedora de un tratamiento especial en cuanto a la necesaria certeza que debe poseer esta dependencia.

En las circunstancias especiales que en el renglón de inseguridad padece Tamaulipas, la justicia es un valor que no puede someterse a los vaivenes del “puede ser” o a comidillas de café y cuchicheos de pasillos. Necesita, le es indispensable, la seguridad de un mando que no esté sujeto a lo que marcan los devaneos de “feisbuqueros” o “tuiteros”.

Y no se equivoquen. No se trata de defender al Procurador. No importa si se llama Juan, Pedro o Perico de los Palotes. No importa si se va o se queda. Lo que importa es la institución y esa es precisamente la que pierde fortaleza al permitir que navegue en la confusión. Quién esté o quien se quede, necesita apoyo.

No tengo autoridad ni ganas para dar consejos porque a final de cuentas pocos los toman, pero me parece que en la urgencia que tiene nuestra tierra de confiar en algo o en alguien, ojalá se le de a la estructura gubernamental estatal –por quien debe y puede hacerlo– la tranquilidad que requiere.

Y de paso, qué caray, también nos la den a los tamaulipecos…

LA FRASE DEL DÍA
“Razonas bien y tu mente es astuta, pero tienes demasiados prejuicios; no dejas que tus ojos vean lo que tuis oídos escuchan…”
Bram Stocker/Conde Drácula