El cuerpo reclama cada tarde su descanso, no sólo en los adultos mayores, sino en todo aquél que por su oficio inicia más que temprano el día, o aquellos, que por gusto hacen del desvelo una forma de vida disque relajada, olvidando con ello que hay un tiempo para todo, y en los seres humanos, por naturaleza, la noche se hizo para reponerse del desgaste cotidiano.
¿Acaso me reclamas, cuerpo mío; ya sea por la edad, por el cansancio, o por tener toda una vida levantándome temprano, si quiero ganarle a la llegada de la noche, porque muchas cosas tengo por hacer? ¿Quieres alejarme entonces de lo que considero prioritario, cuando no lo es, por ser primero que todo el descanso, tan necesario para el ser?
Me dicen que soy obsesivo, y que tal vez, tenga algo de compulsivo, pero yo les digo, que soy perseverante porque me concibo como una persona que se mantiene constante en la prosecución de lo que inicia, de la actitud que reflejo, y en la opinión que expongo.
Sin duda, mi cuerpo tiene más razón que mi empeño por persistir, haciendo cosas cuyo impacto no he medido, pero no sé por qué persevero en todo lo que hago; vanidad, no lo creo; presunción, mucho menos; hacer fortuna, ni en sueños; acaparar fama, imposible; pues llevo ya más tiempo invertido en la faena sin esperar una respuesta que me diga si lo que estoy haciendo es bueno; más he de reconocer con humildad, que cuando alguien aprueba lo que hago, siento una inmerecida satisfacción que me sigue animado a retomar la tarea que muchos han abandonado, por sentirse frustrados, por no ser remunerado o por la silenciosa crítica de los que me condenan por escribir con toda naturalidad lo que siento, lo que percibo, lo que nace en ocasiones, de una pequeña luz en mi interior, que parece ser el origen de mi perseverancia.
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