Muchos connotados políticos, figuras del espectáculo y deportistas, es decir, gente famosa, sabe que la crítica es necesaria, porque ayuda, en un buen caso, a mejorar lo aspectos que por alguna razón no han sido del agrado de los demás y han dejado resultados poco favorables.
Y en la política se requiere necesariamente cuando se esperan metas muy elevadas: conseguir una candidatura, preservar la hegemonía y mantener el control, que es a lo que han jugado nuestros representantes en los últimos años… o decenios.
No podemos concebir que la estupidez de algunos permee sobre los demás, y que nadie se de cuenta de lo que se ha hecho en forma equivocada, propiciando resultados adversos. Un claro ejemplo lo vivimos en julio pasado, cuando las elecciones nos mostraron el repudio generalizado hacia un sistema de gobierno que nos ha llevado a la ruina, y que, aunado a ello, nos ha dejado un sabor amargo, muy amargo, por la displicencia con que se actúa.
No somos capaces de castigar a quien actúa mal, a pesar de las innumerables pruebas. Vemos con profunda tristeza casos de corrupción y enriquecimiento no inexplicable sino insultante, y no hacemos nada.
No es posible que nadie se haya dado cuenta cómo un líder petrolero vive con más ostentosidad que el mismo Bill Gates, presumiendo sus “retoños” la clase de vida que en México no podría ser justa.
Vemos casas y mansiones construidas al amparo del poder y muchas cosas más, y todavía nos preguntamos ¿Qué hice mal?
¡Por Dios! Hay que ser totalmente ciego como para no darse cuenta de lo que ha sucedido año tras año. En la entidad, vemos personajes que cada diciembre estrenan fortuna y no decimos nada.
Eso sí, en los cafés los crucificamos y no bajamos de corruptos a esos que se pasean con el dinero obtenido ilegalmente… pero no se hace nada al respecto, o no hay una sola denuncia que pueda hacer a la autoridad actuar, si es que tiene facultades para hacerlo.
Tenemos un Congreso donde 500 viven como reyes y son capaces de exigir trato justo, cuotas justas, pagos decentes y no corrupción, cuando el resultado es que no levantan la voz para criticar a nadie… ni a los de oposición, porque están confabulados, y esa es la impresión que tenemos en México de este grupo de vividores.
Pero más llama la atención el que se vayan a reunir para analizar “en qué fallaron”, como si no supieran qué piensa la gente sobre sus acciones, o como si no hubiéramos visto la forma en que se negociaron obras y contratos al amparo de la secrecía, y un oscuro procedimiento para otorgar todos esos planes de ahorro para el retiro llamados obras y fideicomisos.
Nos tratan como tontos, y lo más grave es que parece que sí lo somos, porque si fuéramos un poco inteligentes, haríamos una protesta, levantaríamos una demanda a estos incapaces de organizar un acto sin sacar raja de ello.
El servicio público es hermoso cuando se tiene la oportunidad de ayudar a los demás, porque queda una enorme satisfacción, y además, nos pagan y bien, pero no nos conformamos.
Es tiempo de cambiar de actitud. Todos esos jóvenes que piensan que entrar a la “polaca”, a la grilla es hacerse rico, debieran cambiar su actitud y pensamiento: sí, es ganar bien, trabajar mucho y ganar bien, pero en forma clara y honesta, porque México merece mucho más que eso.
Estamos cansados de los que vienen y nos saquean, y nos venden caminos de piedras por ecológicas veredas, los que se llevan miles entregando obritas de cientos; queremos un gobierno justo en sus tres niveles sin distingos, que sirva a los mexicanos que, finalmente, somos los paganos, los que mantenemos a ese grupo que debería administrar nuestra riqueza…
No quedarse con ella.

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