Hasta hace un par de meses, al llegar al hogar, al término del horario laboral, mis nietos María José y José Manuel, al escuchar mi llegada, salían corriendo para recibirme con abrazos y besos; ahora cuando llego, por lo general los encuentro durmiendo una siesta; me acerco a ellos y les doy un beso en su mejilla y después de ingerir mis sagrados alimentos, me dirijo a mi estudio a elaborar el artículo para mi columna “Enfoque” del día siguiente; en una ocasión José Manuel despertó llorando, acudí rápidamente a su encuentro pensando que le había sucedido algo, el niño lloraba con mucho sentimiento, lo levanté en mis brazos y lo llevé conmigo al estudio, poco a poco se fue calmando, al prometerle que lo llevaría a pasear en el auto; cuando estuvo más tranquilo, le pregunté si recordaba el motivo de su llanto, el niño se me quedó mirando, me abrazo y pegó su oído sobre mi pecho, así permaneció callado un par de minutos y después me preguntó: Abuelo, tú eres viejo? En seguida le pregunté si él me veía viejo, y contestó: Un poquito viejo nada más. Luego le pregunté que si eso era bueno o malo, y el niño contestó: No lo sé. Se me ocurrió preguntarle si sabía lo que era viejo, él se encogió de hombros y luego dijo: No sé, tal vez algo así como mis juguetes del año pasado. Le pregunté en que se le notaba lo viejo a los juguetes y me dijo: No lo sé, tal vez, sólo son viejos porque son del año pasado y no son como mis juguetes de este año. Le pedí que me trajera uno de sus juguetes viejos y me trajo uno que representaba a Thor un superhéroe de los comics de Marvel, le pregunté si aún jugaba con él, de inmediato me dijo que sí, aunque reconoció que ahora su preferido era Hulk, entonces le dije: Mientras juegues con tus juguetes, ellos no se harán viejos; así somos los abuelos, mientras sigas jugando conmigo jamás me haré viejo, mientras me tomes en cuenta en tu vida, me seguiré sintiendo con suficiente energía y fuerza para levantarte en mis brazos, así como para caminar junto a ti y llevarte conmigo a todas partes. José sonrió y pude notar el brillo de alegría en sus ojos, luego puso una expresión de extrañeza y dijo: Pero… cuando yo sea más grande qué pasará. Cuanto tú seas más grande, si me sigues amando como hoy, más grande seré yo, tanto que llegaré hasta el cielo, y entonces, sabrás que los abuelos nunca nos hacemos viejos, sólo estaremos pasaditos de años, como tus juguetes con los que jugabas el año pasado.

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