Y mira que las preocupaciones, aunque son muchas, aún no terminan con la esperanza. ¿Qué por qué dejamos que todo esto nos ocurriera? Tal vez por ser demasiado confiados, o por habernos dejado conducir por la falsa idea de que todos buscan, como nosotros, el bienestar común, y por eso, nos dejamos seducir por los que nos pintaron la vida de colores y tenían un interior gris, por quienes nos hablaron de todas las bondades de ser como aquellos que viven en una realidad aparentemente hermosa y sin correr ningún riesgo, y han resultado ser un fraude.

¿Qué nos ha pasado? En un abrir y cerrar de ojos, nos dimos cuenta que ya no éramos los mismos, e ingenuamente pensamos que todo se debía a los efectos del tiempo sobre nuestra humanidad, pero, en nuestro interior, algo muy íntimo nos desmentía, tratándonos siempre de sacarnos del error. Sí, esa parte de nuestro ser, que a pesar de la apreciación de los malos momentos, y las torpes decisiones, que por más que pasa el tiempo no envejece, que se mantiene siempre viva, siempre crítica, siempre animando a nuestro frágil cuerpo a no ceder ante la tentación de seguir por el camino fácil, de la alegría y felicidad efímeras.

Hemos ido perdiendo poco a poco lo que nos mantiene unidos, ese contacto natural, fresco y espontáneo, que nos atraía amorosamente, para hacernos sentir lo mucho que le debemos a la vida por habernos dado la oportunidad de haber sido tu hijo, tu hermano, tu cónyuge, tu padre, tu nieto, tu abuelo, tu amigo, tu compañero de clases o de trabajo, hemos perdido el real contacto con lo bueno y le hemos cedido el paso, y en ocasiones, nuestra voluntad, a aquello que nos ha convertido en esclavos, en reos, en máquinas, cuya energía se agota día a día, como se agotan las baterías que movieron cada una de las partes de un ser inanimado, con un propósito determinado.

¿Qué nos ha pasado, que ya no queremos ni mostrar nuestro descontento, para que no se percaten de que aún estamos vivos, y que vivo está nuestro pensamiento? Al menos… al menos, déjale sentir a tus seres amados, que a pesar de toda la pesada carga que impone la decadente sociedad que oscurece nuestra vida, podrán insistir en que no despertemos de la horrible pesadilla, pero nunca podrán arrebatarnos la libertad de amar, de pensar, de sentir y de luchar por alcanzar la felicidad que como familia, nos une y nos anima.

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