Para los creyentes de la Iglesia Católica que participan de la misa dominical, la Palabra de Dios que se proclama en ella tomada de la Biblia debe de ser alimento espiritual, luz para el diario caminar, criterio de vida, pero también es propuesta de valorar la vida creyente.

Este domingo, el texto evangélico que se proclama, Mt. 21:33-43, nuevamente Jesucristo propone una parábola.

Todo estaba preparado para que la viña diera fruto. El propietario, o el amado, como lo llama el profeta Isaías en el primera lectura, puso todo lo que estaba de su parte:

“Removió la tierra, quitó las piedras y plantó en ella vides selectas; edificó en medio una torre y excavó un lagar.

Luego la alquiló a unos viñadores y se fue de viaje”.

La esperanza de que esta viña diera buenas uvas era constante. Al llegar el tiempo de la vendimia el propietario manda a sus criados a recoger los frutos. Éstos no encuentran sino injusticia, violencia y muerte.

El dolor del propietario es grande, pero no se da por vencido: “Envió de nuevo a otros criados y los trataron del mismo modo”. El dolor crece, y el propietario decide enviar a su propio hijo. Los viñadores al ver al hijo “le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron”.

Esta parábola es una síntesis de la historia del pueblo judío: la viña representa al pueblo que ha sido elegido para ser luz de las naciones y practicar el derecho y la justicia; el único dueño y propietario de la viña es Dios que los liberó de la esclavitud de Egipto; los criados son los profetas, a los que no han escuchado y hasta llegaron a matar; el hijo del dueño es Cristo a quien no han querido recibir y planean darle muerte.

“Cuando vuelva el duelo del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores?” pregunta Jesús a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo. Éstos responden sin dudar: “Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo”. Pero no caen en la cuenta que son ellos mismos los que se comportan como esos viñadores malos.

Este texto evangélico invita a los creyentes de este tiempo a hacer una seria reflexión sobre el amor que Dios tiene para ellos y cuál es la respuesta que se está dando y qué frutos se están produciendo.

Se puede orar con las palabras de la oración de la misa dominical: “Dios todopoderoso y eterno, que en la superabundancia de tu amor sobrepasas los méritos y aún los deseos de los que suplican, derrama sobre nosotros tu misericordia para que libres nuestra conciencia de toda inquietud y nos concedas aún aquello que no nos atrevemos a pedir”.

Que la paz y el amor del buen Padre Dios permanezca siempre con ustedes.