Sublime es el sentimiento, que siendo extraordinariamente bello por su naturaleza elemental, obliga a renunciar a todo lo que se interprete como inmoral; más, podría estar sujeto por derecho natural a permitir en su concepto original un cambio considerado como banal, por tratarse de una indiscutible necesidad para hacer sentir al sujeto lo que concibe como felicidad.

Quien desafía lo que debería ser tan recto, de acuerdo a lo que se estipula socialmente como normal, establece por autonomía, una excepción a la regla, que rompe con la armonía de la sociedad que vive culturalmente en una especie de oscuridad, pensando que la intensión del que difiere, resulta ser tan impía que lo llevará algún día a pecar.

¿Y si todo fuera diferente? Si antes de privilegiar lo conducente, dentro de una realidad distorsionada por la mentira, nos dejáramos llevar por la naturaleza divina que nos invita a amar, para tener siempre presente que a la felicidad se llega sin chistar, cuando te esmeras en allegarle la felicidad, incluso, a quienes piensan diferente; y si en lugar de criticar acremente, nos ponemos a considerar que aquél que mucho reniega, es porque no ha tenido la oportunidad de expresar lo que siente.

Sin duda, nos falta mucho para madurar emocionalmente, por ello, la evolución se mantiene de alguna forma suspendida, atrapada podríamos decir, en un sinfín de dimes y diretes, que han tenido buena acogida entre quienes buscan mantener controlada a la gente, y les parece por demás conveniente, no pensar más allá de lo que sustente una relación estabilizada en lo medianamente congruente, pero, paradójicamente convulsionada por la falta del verdadero amor que nos permite actuar con misericordia ante la evidente discriminación por pensar diferente.

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