Como regularmente lo hago, retomo un escrito para compararlo con la actualidad, esto permite enfrentarnos al pasado y recordarlo, no para llorarlo, tampoco para añorarlo, pero si para tenerlo presente.

Este artículo fue publicado en el año 2013, de su lectura y análisis tal vez veamos cosas diferentes, o tal vez no, a fin de cuentas, la percepción individual es lo único que nos mantiene con vida.

Ahora sabemos cuál es el riesgo de la falta de vigilancia permanente, los robos a casa habitación han crecido, el despojo de vehículos también.

A quien le compete, eso está muy claro en las leyes, aunque en definitiva para el ciudadano común no le quede la menor duda de que algo falta en el engranaje del brazo de la justicia.

Hoy todo delito se le imputa al crimen organizado, o mejor dicho al crimen permitido, pues la falta de responsabilidad de aquellos que se avientan la pelota de un lado para otro, provoca que los delitos del fuero común proliferen.

Y esos delitos no se evitan porque evidentemente la policía preventiva no atiende esa necesidad, pues el temor los obliga a hacer rondines de 3 o 6 vehículos, “vigilando sin ver”, siendo testigos oculares de las violaciones al mando de policía y buen gobierno, consintiendo las transgresiones al Código Municipal y recibiendo críticas y mentadas de madre de la población que ya está harta.

La violencia no respeta a nadie, lo mismo se da en las colonias de la periferia que en los fraccionamientos de los pudientes, la mala suerte juega un papel preponderante, pues un traslado inoportuno por zona de riesgo o una ventana mal cerrada, dan pie a la intrusión nocturna.

Y luego del despojo, la negativa por miedo a presentar la denuncia, ¿en dónde?  Si la barandilla no existe, si la ministerial te ignora si la PFP no atiende.

Siguen faltando tamaños, pues la estatura es poca, la confianza se pierde cuando los responsables se esconden, cuando no asumen con dignidad el cargo o cuando sucumben al llamado de la corrupción.

Mientras se siga politizando el tema, poco se hará para abatir el crimen, la zona de guerra abarca todo el territorio nacional y ni desde acá ni desde allá, se le encuentra solución al problema.

Hace ya quince años que decidieron unificar los mandos, pero aun así sigue creciendo el delito y parece imposible recobrar la tranquilidad de antaño, la paz social que teníamos se perdió al parecer para siempre, rehuyendo el compromiso de la vigilancia permanente y obligatoria.

Ahora, gracias a las redes sociales, los rumores crecen y hay quienes se cuelgan de ellos para lograr publicidad gratuita, para convertirse en héroes con cobertura nacional gracias a sus 15 minutos de fama, pero volteando la vista a otro lado cuando las luces de neón alumbran.

La congruencia se pierde fácilmente, cuando el interés mediático es mayor a la responsabilidad que les confirieron.

Se adecuaron las fechas, para que tuviera sentido el artículo, pero el corolario lo deje intacto, pues en 10 años las cosas siguen igual y los poderes facticos siguen dominando.

En una cantina de esas que venden de todo y que proliferan en cualquier banqueta y hasta en los parques municipales, llegó el cliente y mal encarado pidió un ron, el cantinero le pregunta con calma; -¿Quiere Coca?-. Y el parroquiano le contesta que sí, luego el atento tendero vuelve a preguntar; – ¿Le pongo hielos? -. Con mirada fulminante el cliente le espeta: PARA QUÉ LA MOJAS.

  

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