La escena es endiabladamente conocida y evocadora para los tamaulipecos. Sobre todo, para los viejos habitantes del sur del Estado.
Quizás usted la reconozca en estas líneas:
Cientos de personas de todas las edades, mujeres y hombres, con múltiples profesiones u oficios, con rostros de cansancio o agobio. pero todos con una luz de esperanza en sus ojos y una frase que repiten como cantaleta:
“El dijo que viniera por una recomendación. Me dijo que me va a ayudar…”
Para maderenses, tampiqueños y residentes de municipios cercanos, esta descripción es un regreso al pasado. Para los adultos mayores los recuerdos siguen vivos y para las nuevas generaciones es información que llegó de sus padres y abuelos.
Lo anterior sucedía en las décadas de los sesenta hasta los ochenta en Ciudad Madero. Las afueras de la casa del líder sindical petrolero Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, se convertían en romerías. Todos esperando al patrón, todos esperando un favor.
En esa percepción popular, Joaquín dejó de ser un líder, dejó de ser un cacique. Y se convirtió en un “Padrino”.
Hoy, la historia tamaulipeca se repite, pero en otro lugar y en otro nivel. Ahora es en la casa de Andrés Manuel López Obrador y no es un líder sindical sino el Presidente Electo de México. No son sólo los tamaulipecos, son gran parte de los mexicanos.
A través de una breve crónica publicada en un medio de la Ciudad de México, lance usted un vistazo a lo que en los días cercanos se vive en la sede que AMLO usó para su campaña
“Cada mañana, cientos de personas se aglutinan en la entrada de una casa blanca de dos pisos donde despacha Andrés Manuel López Obrador.
Llevan notas escritas a mano, registros médicos, papeles de jubilación y otros documentos con la esperanza de que López Obrador los escuche. Mientras algunos apelan a su promesa de aumentar las pensiones para adultos mayores, otros le expresan preocupaciones que normalmente no recaerían en un jefe de Estado, como sacar a un ser querido de la cárcel, garantizarse un espacio en una universidad o encontrar trabajo.
“Él nos comenta que nos va ayudar y que todo va a cambiar,” dice Jazmín López Peralta, una enfermera de 45 años que no ha tenido un trabajo estable desde 2016 debido a que el hospital donde trabajaba no podía pagarle. “Por eso nos acercamos.”
La escena diaria en un barrio central de la capital mexicana no sólo refleja un colapso en la capacidad del gobierno para resolver los problemas de las personas, sino también las expectativas de que el futuro Presidente logre transformar millones de vidas tras años de decepción”.
Hasta allí el texto.
No me dejarán mentir quienes alguna vez se formaron en la calle San Luis de la colonia Unidad Nacional en Madero para pedir una chambita, sacar a un pariente del hospital o simplemente pedirle a La Quina que bautizara a un hijo o hija para tener el gusto de llamarle compadre. Es una especie de “deja vu” caribeño que permite a muchos sureños volver a vivir una experiencia.
¿Hasta dónde llega la semejanza entre ese Joaquín de ayer y el Andrés Manuel de hoy?
“La Quina” fue amado, odiado, temido, respetado, a veces menospreciado y a veces enaltecido. Saboreó el poder y lo utilizó a su real gana. Lo mismo le ha sucedido y ahora le sucede a López Obrador, en una mareante mezcla a la cual muy pocos resisten.
El buen deseo es que como le sucedió al malogrado cacique petrolero, que se enamoró hasta el delirio de ese poder, Andrés Manuel no caiga en la trampa y se convierta en otro “Padrino”, en lugar de un buen Presidente…

LA FRASE DEL DÍA
“Intenta pensar siempre como piensan los que te rodeen, con esa base todo es posible”…
Vito Corleone

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