La historia de las mujeres afrodescendientes en América Latina carga marcas y consecuencias de la colonización europea. En el siglo XVI, el colonialismo construye e integra a su estructura ideológica y funcional un sistema jerárquico basado en la idea de raza, codificada en color de piel y rasgos fenotípicos de los sujetos colonizados, que sirvió para otorgar legitimidad a la dominación.

Este esquema significó la manera de legitimar antigua práctica de relación de superioridad/inferioridad entre dominados y dominantes, fundamental en el proceso de conquista territorial y sometimiento de pueblos para beneficio de metrópolis europeas. La idea de raza es el más eficaz y perdurable instrumento de dominación social, habiéndose convertido en el primer criterio fundamental para la distribución de la población mundial en rangos, lugares y roles en la estructura de poder de la sociedad que se forma a partir del expansionismo europeo sobre territorio americano.

Los grupos humanos esclavizados provenientes de África, trajo consecuencias específicas para la mujer. Al llegar en cantidad menor que los hombres fueron explotadas sexualmente por congéneres y conquistadores, lo que las convirtió en objetos sexuales y de reproducción de mano de obra. Con los siglos, las opresiones de género, raza y clase que fundamentan la dinámica de la relación de poder se naturalizaron dando lugar en Latinoamérica a la imposición de una perspectiva en la cual los hombres blancos ocupan condición privilegiada en la estructura económica, política y social, por sobre las mujeres, en particular, sobre la mujer negra y afrodescendientes, destruyendo la identidad.

La identidad, proceso histórico y relacional, posee significados simbólicos que moviliza a los grupos que define al combinar intereses y pertenencias y opera sobre una gama de identificaciones; religiosidad, cultura, tradiciones, comidas, lengua, música, vestuario, que en conjunto producen lealtades afectivas y personalizadas. Estas lealtades son base de la lucha por los derechos y del espacio social y político, en cambio la identidad étnico-racial no es condición de pertenencia, es un proceso relacional con cambios históricos y sociales que la construyen. No es fija y esencial, es construida, se forma y modifica en relación a los sistemas culturales que rodean y representan a los sujetos.

La autonomía de la mujer se refiere a la capacidad de la persona para tomar decisiones libres e informadas sobre su vida, de manera de poder ser y hacer en función de sus propias aspiraciones y deseos en el contexto histórico que las hace posibles. Esta es factor fundamental para garantizar el ejercicio de los derechos humanos en un contexto de plena igualdad.

Los tres pilares de la autonomía de las mujeres, económica, física y en la toma de decisiones, deben ser comprendidos de manera interrelacionada, dado que poseen carácter multidimensional. La autonomía económica se fortalece al tiempo que las mujeres conquistan más autonomía física o en la toma de decisiones, y viceversa. Al superar los límites del poder de elección sobre su vida sexual y reproductiva, tal como la subordinación en el campo del trabajo, la mujer está más cerca de una vida libre de violencia y de una actuación más plena en la política