Un día, cuando niño, veía en una de las manos de mi padre, dos cosas que me llamaban mucho la atención: la primera, una cicatriz que sobresalía en la piel de la región metacarpiana y la segunda su anillo de graduación de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Autónoma de Nuevo León; curioso, como todo infante, le pregunté qué le había pasado en su mano, y sólo me dijo que eran cosas de jóvenes; mas su respuesta no me dejó complacido, por lo que decidí preguntarle a mi madre, y ella me contó la siguiente historia: Tu abuelo Virgilio, como todo padre, cuidaba bien de sus hijos, y más de sus hijas, si algún muchacho se acercaba a tu tía Chonita o a mí, procuraba investigar a la persona interesada y si ésta no reunía el perfil que seguramente deseaba para nosotras, simplemente nos prohibía tener contacto con ellos. Tu padre y yo nos conocimos en un baile de Coronación de Reina, en Allende N.L., fue amor a primera vista, de tal forma que después de ese momento, él me buscó con insistencia y como era de esperarse, la noticia le llegó a tu abuelo, y éste me prohibió que lo viera, seguramente quería tener tiempo para averiguar sobre su identidad, pero como tu papá y yo estábamos muy enamorados, nos enviábamos cartas a través de algunas amistades. Un día, desesperado tu padre, dijo que haría hasta lo imposible para verme, de tal forma que de pronto nos llegó la noticia de que había sufrido un accidente y estaba internado en el Hospital Muguerza en Monterrey, le supliqué a tu abuelo que me dejara ir a visitarlo y después de mucho insistir y con la intervención de tu abuela Isabel, me dejó acudir, siempre acompañada por una persona de su confianza. Cuando logré verlo en la cama del hospital, el encuentro fue muy emotivo y cuando estuvimos solos le pregunté qué le había sucedido, y él contestó que decidió darse un balazo en la mano para que sirviera de pretexto para poder vernos, de esa manera, tuve pretexto para ir a visitarlo todo el tiempo en que permaneció encamado. Con esa explicación quedé por demás satisfecho.

En lo que se refiere a su anillo, mi padre me explicó que había sido el premio a su esfuerzo por lograr tener una profesión en la vida, y el hecho de portarlo siempre en uno de sus dedos de la mano, le recordaría que siempre habría de valorar su significado, y agregó que si algún día yo lograba terminar una carrera profesional, sería el dueño de la sortija, y así fue, él cumplió su palabra, y desde entonces, con orgullo, el esfuerzo de mi padre y el mío luce en uno de mis dedos, excepto cuando estoy trabajando, porque el frecuente lavado de manos hace que se acumule jabón en la concavidad que queda por debajo del rubí y la insignia del Búho.

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