– ¿Acaso has entrado a la edad de la nostalgia? -me preguntó Toño-, el viajero, en el tiempo en que un día desperté del eterno sueño que me tenía aletargado y me mantenía en estado de latencia.

– ¿Acaso hay una edad para eso? -le respondí-. Tengo entendido que la nostalgia puede presentarse a cualquier edad, incluso en niños de entre cinco y seis años, o en la etapa de transición entre la niñez y la adolescencia.

– De acuerdo -respondió Toño-, pero en este momento percibo que estás nostálgico, y te lo comento por experiencia propia. No en balde te llevo diez años.

– ¿Y en qué te basas para decir que estoy nostálgico? -le dije-.

Antonio contestó:

– Eres una persona que da la apariencia de estar viviendo una transición. Conozco tu historia y he constatado cómo te aferras a hechos del pasado, sobre todo a aquellos originados en tu infancia. Además, siempre has mostrado predilección por escuchar música del ayer y ver fotos antiguas.

– No te equivocas -le respondí-, pero eso lo sabes porque eres mi amigo. ¡Sería triste que, después de cuarenta años de viajar juntos, no me conocieras!

– Así es, estimado amigo -dijo-, y he de reconocer que eres un ser resiliente. Siempre te has enfrentado a situaciones difíciles y has sabido cómo seguir adelante. Por eso me extraña que digas que estás en un estado de latencia. Soy testigo de cómo caes y te levantas, a pesar del coraje, del sufrimiento o del dolor. Siempre sigues adelante. De hecho, eres más nostálgico que depresivo, y casi podría adivinar qué es lo que estás añorando en estos momentos.

– ¿Y cómo podrías tú saber eso, mi estimado Antonio?

– Simple, amigo mío. Estás hablando conmigo… y yo me encuentro en otro plano. Has estado deseando hablarme. Sé que has necesitado hacerlo, como lo hacías años atrás, cuando mi cuerpo material aún cumplía su misión en la Tierra. Una verdad encierra todo este diálogo: Que solamente en los verdaderos amigos encontramos los canales de comunicación que devuelven la paz a nuestra alma, sobre todo cuando perdemos el control de nuestras emociones y las cosas no salen como esperábamos.

Esa situación nos lleva a tocar puertas… pero éstas no se abren, porque a quienes buscamos han salido por otra puerta y van, también, en busca de ser escuchados.

Si te encuentras en la edad de la nostalgia, y sientes la necesidad de calmar la desesperación que provoca saber que no puedes regresar en el tiempo para arreglar lo que parecía descompuesto, o acomodar lo que no estaba en su sitio, piensa mejor en lo que aún te queda por vivir. Despierta del eterno sueño de los recuerdos que predisponen tu ánimo a la melancolía.

Y no olvides tocar la puerta de quien siempre estará para ti: Él tendrá misericordia, y, sobre todo, el amor que puede solucionar todo lo que inquiete a tu espíritu.

 

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