Un día me encontré con el buen ánimo de empezar a escribir un libro sobre la fe, pero, pensando que para ello sólo tenía en mi haber material obtenido de las experiencias cotidianas, de pronto, mi mente guardó silencio por la posibilidad de verme como un oportunista que sólo desea llamar la atención de los espiritualmente desvalidos, y por el temor de evidenciar mi falta de conocimiento, ante los que verdaderamente son eruditos en el tema, por haberse instruido con los tratados de la sabiduría ancestral. Tratando de evadir mi responsabilidad de buen cristiano, como otras muchas veces, me refugié en la vergüenza de sentirme impuro por hablar, basándome sólo en vivencias proporcionadas por la perenne intensión de sentirme digno de aspirar al amor de Jesucristo.
Hoy surgió un momento inesperado lleno de energía negativa, cargado de reproches a la vida y al amor, que poco a poco, hizo más pesada mi cruz de sanador del cuerpo, y cuando más abrumado estaba, cuando la fuerza propia me abandonaba y mi voz era tan débil para para invocar el nombre de nuestro Salvador, Él levantó mi cara, le dio brillo a mis ojos y habló por mí, no para defenderme del filo de la daga del rencor y del odio, sino para hablar de misericordia, de perdón y de amor por el prójimo; entonces comprendí, que la intensión de las almas olvidadas, no era la de seguir quejándose de su desgracia, sino, la de pedir ayuda para liberarse de las cadenas que las ataban al infierno.
Traté de verle la cara al sufrimiento y al dolor, pero sólo vi reflejada la sonrisa de la maldad, que igual, trataba de engañarme para caer al mismo abismo de los que perdieron la fe por sentirse abandonados por Dios; entonces, arrepentido por mi flaqueza, le pedí perdón a mi Señor y le dije: _Hoy no te negaré Padre, haré valer el poder que depositas en tus hijos a través de la fe, para combatir el verdadero mal que aqueja al espíritu de los que imploran por regresar a ti y recuperar tu gracia.
Y el Hijo del Hombre habló con tal firmeza, que tocó el corazón de los dolientes, abrió sus ojos, y liberó de obstáculos perversos los oídos que se negaban a escuchar su voz, y la sonrisa del malvado se fue desvaneciendo de aquellos seres atormentados, hasta que se vio reflejada la paz en la cara de las ovejas que de su pastor se habían alejado.

Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com