Es difícil encontrar a alguien más nefasto que Félix Salgado Macedonio en la política mexicana.
Y vaya que tiene competidores.

En ese mano a mano virtual entre canallas, el guerrerense ha dejado en el camino a figurones de la escoria partidista nacional, no sólo de MORENA, sino de prácticamente todos los partidos, que han aportado generosamente su cuota de malandrines a esa lista de indeseables.

Créalo. No es cualquier cosa lo que ha hecho Félix frente a los pesos completos de la ignominia nacional.
Hasta ahora ha superado al gigoló del presupuesto Alberto Anaya, del Partido del Trabajo; al pluripartidista y magnate inmobiliario Manuel Bartlett; al insaciable “Niño Verde” del PVEM, Jorge Emilio González; a la maléfica Elba Esther Gordillo del desaparecido PANAL y ahora patrocinadora de Redes Sociales; al ladrón de siete suelas y ahora revanchista senador, Napoleón Gómez Urrutia. Y esto es inaudito e inesperado:
Ya dejó atrás hasta a Gerardo Fernández Noroña.

Para quienes no lo crean, debo reconocer que del infumable Gerardo sólo salen atrocidades verbales y en ocasiones escarceos físicos, pero con una diferencia, enorme diferencia: Su inmoralidad es sólo política.
Gerardo no se maneja como un brutal delincuente, no es un violador casi comprobado ni ha impulsado masivamente, arengando a la violencia a través de amenazas directas, a desconocer a las instituciones como en este caso lo intenta hacer Salgado en contra del Instituto Nacional Electoral, como ya antes en un foro lo hizo, al adelantar que si el Poder Judicial no se alineaba a los nuevos intereses, “pues lo desaparecemos”.
Hoy, ante una caricatura trágica como Salgado Macedonio, me siento consternado y sí, lo confieso, asustado.

No concibo que se le permita a ese remedo de hombre arengar a la muchedumbre para ir hasta la casa del titular del INE, Lorenzo Córdova, a intimidarlo o atacarlo, o a señalar que si no se pliegan a su capricho “ya conocemos a los siete”, al referirse a los consejeros de ese organismo.

Si alguien no entiende que eso es una amenaza directa a la integridad física de los aludidos, no entiende nada, pero lo que no entiendo –disculpe el juego de palabras– es que las autoridades no lo entiendan.

En este escenario, la ley es muy clara en cuanto a las acciones en ese sentido y sus consecuencias legales. El artículo 131 del Código Penal Federal, citado por el consejero del INE, José Antonio Crespo, no deja lugar a duda alguna.

Lo expongo a la letra:

“Se aplicará la pena de seis meses a siete años de prisión y multa hasta de cinco mil pesos, a quienes para hacer uso de un derecho o pretextando su ejercicio o para evitar el cumplimiento de una ley, se reúnan tumultuariamente y perturben el orden público con empleo de violencia en las personas o sobre las cosas O AMENACEN A LA AUTORIDAD PARA INTIMIDARLA U OBLIGARLA A TOMAR ALGUNA DETERMINACIÓN (las mayúsculas son mías).

A estas alturas, con la convocatoria a ir al hogar del Consejero Presidente para presionarlo o amedrentarlo, Félix Salgado Macedonio ya debería estar en una celda.

Y eso, es precisamente lo que me causa miedo.

Si ante la comisión de delitos tan flagrantes como los que está perpetrando este sujeto ninguna autoridad se hace responsable y actúa, a pesar de que en el ámbito penal la persecución de estos ilícitos es de oficio, estamos ante un panorama de indefensión salvaje. No exagero en el término, porque lo que se aplicará entonces será la ley de la selva.

Por amor de Dios, que alguna autoridad tenga una brizna de ética, que alguna tenga un gramo de responsabilidad social, que alguna recuerde que defiende la aplicación de la ley. En suma, que alguna recuerde lo que es: Autoridad.

¿En verdad no les quita el sueño esta pesadilla?…

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