En aquel pequeño pueblecito de Nayarit fundado en medio de dos ríos y rodeado de verdes montañas, cuando yo nací, hace más de 60 años, no había agua en casa que llegara por tubería. Recuerdo que, en el patio, en medio del jardín, siempre lleno de rosas de varios colores, mi padre había hecho construir algo que llamaba la noria, de donde con pequeñas cubetas metálicas se extraía el tan necesario líquido.
Tiempo después, las autoridades municipales hicieron los trabajos necesarios para acercar el agua hasta nuestros hogares entubando algunos de los manantiales que rodeaban el valle, recibiendo las filtraciones de las abundantes lluvias que caían regularmente.
Este acontecimiento vino a cambiar totalmente la dinámica familiar y social de aquella pequeña comunidad; se hizo cotidiano abrir el grifo y que saliera un chorro de agua limpia y transparente de la que podíamos incluso beber cuando teníamos sed, queríamos lavarnos las manos o bañarnos.
Apenas unos cuantos años después, con el crecimiento acelerado de la población, empezamos a resentir primero pequeños cortes, luego el problema creció, la tubería envejeció y el clima cambió, las lluvias empezaron a hacerse cada vez más distantes y las afluentes de los ríos empezaron a bajar poco a poco hasta casi desaparecer y lo que antes estaba lleno de vida, se cubrió de un ambiente sombrío.
Hoy este problema se ha vuelto común en pequeños centros poblacionales como en Aldama, Chiapas donde a pesar de existir un manantial muy cercano, su gente tiene casi 5 años sin agua por un conflicto comunitario sin resolver, o en las grandes ciudades como Ciudad Victoria y Monterrey, donde las presas se han secado, no solo por el efecto de la evaporación natural, sino por la presencia de la industria que acapara concesiones y limita el abasto para el consumo humano.
El año pasado vimos nuestras calles deshechas por los trabajos de COMAPA que cambió la tubería que estaba ya en muy malas condiciones, provocando fugas por doquier. No obstante, el problema continúa. Tenemos tubería nueva, a la espera de ser utilizada con agua de calidad como la que hace apenas unos años teníamos en Ciudad Victoria, cuando el agua de la Peñita, fresca, limpia y transparente nos amarraba a quienes llegamos de tierras lejanas.
Es bien sabido que el abasto de agua potable es fundamental para la salud, la industria y la agricultura, de la cual depende el suministro de los alimentos a toda la población del mundo.
Según datos del World Resources Institute (WRI), actualmente más de 1,000 millones de personas viven en regiones con escasez de agua y pronostican que para el 2025 llegarán a 3,500 millones los que podrían sufrir escasez del vital líquido. Los países más afectados se encuentran en Oriente Medio y el Norte del África, destacando Kuwait, Bahrein, Emiratos Arabes Unidos, Egipto y Qatar.
Muchos aseguran que el problema viene del cambio climático que se está dando en el planeta. En casi todas las zonas terrestres se ven más días calurosos y olas de calor muy intensas; los termómetros alcanzan temperaturas inimaginadas provocando cambios también en el ciclo de lluvias, dando lugar a tormentas intensas y frecuentes, que primero provocan inundaciones, y luego largos periodos de sequía. Los desiertos se están expandiendo, reduciendo la extensión de tierra dedicada para el cultivo de los alimentos.
Pareciera que el destino nos alcanza también en México. Según datos de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) al 15 de marzo, 531 municipios enfrentan sequía. Baja California, Durango y Jalisco son las entidades más afectadas. Día a día los noticiarios dan cuenta de más y más ciudades, quedándose sin el suficiente abastecimiento de agua y lo que antes nos parecía ajeno, distante, hoy lo estamos viviendo en carne propia.
Es urgente tomar conciencia y asumir la responsabilidad de cuidar el agua, en lo personal y en nuestros hogares, cerrar la ducha al bañarse, jabonarse las manos o lavarse los dientes, mientras no sea indispensable utilizarla. Reutilizar el agua de lavadoras para el riego del jardín. Cuidar el buen estado de las tuberías al interior de casa, evitar las fugas en baños y lavabos, recordemos que “gota a gota, el agua se agota”.
No podemos permanecer indiferentes, ajenos a este problema. Si tenemos agua en la llave, aunque sea por unas horas, somos afortunados, mientras quemillones carecen de él. El poeta y ensayista W.H. Auden nos hace reflexionar sobre su importancia en nuestra vida al afirmar enfáticamente: “miles de personas han sobrevivido sin amor, ninguna sin agua”.
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