“En política lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno”…

Konrad Adenauer

Terminaron ayer oficialmente las campañas electorales. Esos llamados “ejercicios cívicos” que casi año tras año se han registrado en México durante décadas y décadas y que bajo a lupa de la historia han demostrado que en casi todas sus ediciones poco han servido para decidir un voto.

A lo largo de esa centuria que en México ha servido de espacio para la búsqueda de un voto, el saldo no es sólo deprimente, sino hasta amargo.

En su primer medio siglo y algo más, fueron herramientas para hacer legal –que no es lo mismo que legitimar– a quien movería los destinos del país, de un Estado o de un municipio, acompañados por una cauda de legisladores y otros puestos menores que hasta ahora siguen formando legiones. El voto era lo de menos en más de 60 años perdidos.

Vinieron después los primeros pasos de la famosa alternancia, que tuvo en municipios y diputaciones algunas muestras, pero que en el mandato de Carlos Salinas tuvo su primer impacto real: La gubernatura de Baja California para Ernesto Ruffo, del PAN. Aún estaba en pañales ese proceso y las campañas seguían siendo oportunidades para formar nuevos ricos y darle pan y circo a los ciudadanos. Otros diez años casi sin avances.

En este momento, quien esto lea puede decirme con toda razón que a raíz de eso se sucedieron cambios sustanciales de partidos en los mandos políticos, que en Vicente Fox tuvo el primer relevo no priísta. Un triunfo legítimo, pero con una duda sobre el mismo.

¿Fue la campaña de Fox la que lo llevó a ser el primer presidente no tricolor?

Quizás en parte mínima, pero en realidad la mayor causa fue lo que precisamente llevó a Andrés Manuel López Obrador a esa silla: El hartazgo a la corrupción y al abuso de poder. Ni siquiera AMLO ganó por lo que dijo o hizo en su campaña, sino por el hambre popular de ver mayor justicia social, Que no lo haya logrado es otra historia.

Hay que poner los pies en la tierra, Las campañas son fuego fatuo que a la gran mayoría de los votantes le importa un comino. La gente vota por una trayectoria, por una cara bonita o por el que tenga mayor afinidad, pero difícilmente por lo que prometió o anunció en sus jornadas proselitistas.

El presente es una muestra palpable.

Quienes votarán por Claudia Sheinbaum no lo harán por sus proyectos, sino porque es el camino para seguir el paso de López Obrador. Quienes votarán por Xóchitl lo harán por su simpatía o por su caracter, pero no por lo que prometió al recorrer el país. Quienes votarán por Maynez lo harán sabrá Dios por qué, pero tampoco por lo que manejó en su intento de convencer.

En resumen, las campañas electorales nunca han sido decisivas para definir a un gobernante. Son una práctica carísima, que derrocha miles de millones de pesos y que da resultados magros en las urnas.

Deberían desaparecer las campañas. Tal vez así los mexicanos nos interesaríamos más por las cualidades de cada quien y no por los insultos que se lanzan unos a otros, unas a unas o unas a otros.

Sin embargo, no deje de ir a votar. Hágalo por quien usted sienta más confianza en el corazón o al que su instinto le diga que es la mejor opción. Hágalo por usted, por sus hijos o por México. En una de esas le atinamos…

SOLIDEZ INSTITUCIONAL

En este proceso electoral me complace haber atestiguado que la Universidad Autónoma de Tamaulipas es una de las instituciones más sólidas en su papel de educadora y formadora de nuevas generaciones.

Al margen de bamboleos partidistas, en estos días jamás abandonó ni en lo minimo su esencia académica y mantuvo un perfil apolítico que merece ser valorado en medio de pugnas  que han enfrentado lastimosamentea media nación.

Vaya pues un reconocimiento a maestros, alumnos, trabajadores y en especial al rector Dámaso Anaya, por darle a la UAT esa solvencia social que tanta falta hace en otros organismos.

Hay UAT para rato, sin duda…

X (Twitter): @LABERINTOS_HOY