Es muy cierto: cuando vemos las necesidades más cerca, tomamos más conciencia de ellas, y es cuando muchas veces comenzamos a actuar realmente en favor de determinada causa. La necesidad nos hace más sensibles, y es una condición humana que a veces estorba… pero existe.
El mundo entero tiene una necesidad apremiante de órganos para salvar vidas de todo tipo: tejidos, huesos, riñones, córneas y más son necesarios para que mucha gente pueda aspirar a tener una vida mejor, o al menos, sobrevivir dignamente.
Pero somos difíciles los seres humanos, y difícilmente entramos en programas de donación de órganos, pese a ue las autoridades están promoviendo éstos, mediante campañas muy intensas, concientización de la ciudadanía y apelando al sentido humano.
¡Hombre! Si hemos de experimentar una pérdida de un ser querido, y él ha decidido apoyar a otros seres humanos, por qué no permitimos la donación de esos órganos que en ocasiones -lo hemos visto- son negados pese a que la persona interesada había decidido hacerlo.
Donar un órgano es donar vida, y quien tiene esa hermosa y enorme posibilidad está cumpliendo con un precepto del sentido humano muy sublime. Necesitamos órganos, necesitamos gente que quiera ayudar a los demás, y en ese sentido, mucho tenemos qué hacer aún.
A través de exhortos, la Secretaria de Salud Gloria Molina Gamboa ha insistido en la necesidad de participar, y ha pedido a la población anotarnos como donadores de órganos. Inclusive hemos visto que en las licencias de conducir se pregunta y establece si la persona puede ser donador de órganos, si acepta, y eso facilita, cuando se requiere, los trámites que debieran ser casi en automático.
Somos de la idea de que todos deberíamos estar en esa lista y permitir que a nuestra partida se disponga de los órganos para salvar una o más vidas.
Hemos tenido testimonios periodísticos de personas que en un espíritu altruista y meramente humano han llevado a donar órganos de un ser querido desahuciado o con muerte cerebral, lo que significa que varias personas vivirán gracias a su generosidad. Esa debería ser la constante de todos nosotros.
Hace mucha, pero mucha falta la fomentar la cultura de donación de órganos, y en serio debemos tener conciencia de que podemos salvar vidas al momento de ser llamados y concluir la nuestra.
O, ¿Cuál es el caso de no permitir que dispongan de tejidos, órganos o algo que se pueda requerir? No nos van a mutilar, porque ya no tenemos vida ni sentimos, y sí nos podemos convertir en la única alternativa para otros que luchan por su vida y por tener un recurso extraordinario, producto de una gran generosidad, para poder seguir viviendo.
Hace algunos años era muy difícil encontrar donadores y saber de algún trasplante. La ciencia médica nos ha permitido tener más facilidades para ello, y seguir viviendo con una mayor calidad de vida. En nuestra ciudad y el estado se llevan a cabo los trasplantes gracias al talento de magníficos médicos que están en esa labor con el corazón muy fuerte.
Hoy, hacemos un llamado a todas esas personas que pudieran conformar una mayor lista de donadores, porque tenemos la certeza de que ese corazón tamaulipeco puede hacer la diferencia.
Hay muchas, pero muchas necesidades de un trasplante. Un riñón es la diferencia entre vivir y estar a la expectativa en cualquier momento. Regale a alguien esa esperanza y permita que su existencia sea más productiva y prolífica, sobresaliente y con un alto grado de agradecimiento por la vida y lo que significa, donando, participando, siendo integrante de esa comunidad que en un amoroso detalle se convierte en la única esperanza para muchos de nosotros que, con sinceridad, esperamos diariamente el milagro de encontrar un donador para poder seguir viviendo.
Y no es fácil levantarse todos los días con esperanza, para concluir la jornada sin resultados. Dios sabe que es muy fuerte y difícil.

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