Un viejo amigo y mejor periodista, forjado en glorias e infiernos de la política, acostumbra manejar una frase en tiempos electorales:
“Para que alguien disfrute, alguien tiene que sufrir…”
Nunca han perdido vigencia esas palabras. Su aplicación camina de la mano de las decisiones sobre la definición de candidatos y de las consecuencias que tienen esos nombres y apellidos en su entorno, especialmente en quienes los toman o esperaban tomar como “padrinos”.
El presente arroja en Tamaulipas un reflejo de esas circunstancias. Y se deriva del virtual ungimiento de José Antonio Meade como precandidato –y candidato como futuro ya escrito– a la Presidencia de la República por el Partido Revolucionario Institucional.
La pregunta, por citar sólo el escenario de los diputados federales tamaulipecos, brota natural:
¿Quiénes de esa Cámara, con ese candidato, podrían disfrutar en esta patria chica y quienes tendrían que sufrir en sus aspiraciones de llegar al Senado de la República?
Iré primero, si me permite, con quienes sienten que una puerta de un paraíso sexenal se entreabre, si su mecenas pudiera alcanzar a ser el nuevo inquilino de Los Pinos.
Son Baltazar Hinojosa Ochoa, frustrado ex candidato a la gubernatura y cabeza de la Comisión de Infraestructura, así como Edgar Melhem Salinas, Coordinador de la bancada priísta tamaulipeca en la Cámara Baja.
Ambos tienen una relación directa con Meade, con un plus: entre ellos existe una sólida afinidad que los ha llevado a trabajar juntos y cerca del ex Secretario de Hacienda. Si le va bien al futuro candidato, los dos caminarán bajo un cálido sol.
A corta distancia de ellos, no le extrañe que podría sumarse a esa fortuna sexenal la nuevolaredense Yahleel Abdalá Carmona. ¿Por qué?
Porque es de las más jóvenes de esta camada legislativa y Meade ha dejado claro que ese sector, junto con las mujeres, será vértice de su trabajo electoral. La chica reúne las dos características más su inteligencia y se apunta como aspirante a coordinar en la campaña del PRI en el Estado, a esos grupos.
La contraparte es la de las sombras.
Tres diputados son los más afectados en esta sucesión: Mercedes del Carmen Guillén Vicente, Miguel González Salum y Alejandro Guevara Cobos. Los dos primeros “viudos” del Secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong; y el tercero de una generación de generales en inminente retiro.
Del trío, González Salum albergaba pocas esperanzas de remontar este sexenio por las infortunadas circunstancias políticas que le afectan indirectamente, pero tanto Mercedes del Carmen como Alejandro depositaron durante el gobierno peñista toda su confianza en sus protectores para alcanzar un escaño en el Senado. Apostaron y perdieron, parece ser el capítulo final.
¿Parece?
Sí: Parece. Sucede que en estos terrenos no existe la certeza absoluta y en su lugar reza una verdad digna del Filósofo de Gúemez:
“Aquí nadie se muere hasta que se muere”.
En el escabroso camino hacia Los Pinos surgirán en el PRI, como históricamente sucede, más amigos y más víctimas de este ciclo del poder. Desde los coyunturales que ven en una circunstancial mesa de café una dudosa amistad, hasta quienes pueden presumir de cercanía pero no necesariamente de confianza.
Quienes en Tamaulipas hoy se sienten y se dicen parte del primer círculo de El Hombre pueden ser los sacrificados de mañana, al igual que los defenestrados de ahora pueden ser los beneficiarios de acuerdos bajo la mesa. Abundan los ejemplos en ese sentido bajo el consabido lema, adaptado al futuro, de “ni estarán todos los que son ni serán todos los que son”.
En resumen, todo está en el aire. Nadie está seguro, ni el virtual candidato y mucho menos quienes se aferran al faldón de su saco…
@LABERINTOS_HOY