En el texto del Evangelio de la misa dominical se proclama: “Maestro bueno, ¿qué debo de hacer para alcanzar la vida eterna? Esta pregunta sólo puede surgir de un corazón acostumbrado a acumular: riquezas, prestigio, honor, reconocimientos.
Contrario a lo previsto, Jesús sorprende al hombre con una pregunta inesperada: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Nadie puede ostentar la bondad como calificativo que sólo pertenece a Dios sin antes descubrir que la bondad es un llamado a hacer el bien y no a pretenderlo como un privilegio.
Por eso mismo, aún sin dar respuesta a su inquietud, lo remite a lo que ya sabe de antemano: cumplir los mandamientos. “Maestro todo eso lo he cumplido desde muy joven” pero Dios no quiere que seamos buenos para satisfacción propia.
“Jesús lo miró con amor” gesto que, más allá del sentimentalismo que en ocasión nos invade, refleja una mirada que propone el amor como la nueva ley, por el filtro que pasa toda la vida y la transforma en justicia: “sólo una cosa te falta: ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después ven y sígueme”.
La vida eterna es el culmen de un caminar haciendo justicia en el seguimiento de Jesús; para ello se debe renunciar a todo lo que mantiene en pie las estructuras de poder, de riqueza excesiva, de acaparamiento de los bienes que son de todos; exige mirar con amor más allá de la ley. Pero si ésto es demasiado para quien depende absolutamente de lo que tiene, dará media vuelta y se irá triste y apesadumbrado.
“¡Qué difícil va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!”, si sus criterios de acción y de razonamiento son los del mundo. Sólo una actitud de humildad y de apertura ante Dios nos permitirá hacer nuestras las palabras del libro de la Sabiduría: “supliqué y se nos concedió la prudencia; invoqué y vino sobre mí el espíritu de la sabiduría. La preferí a los cetros y a los tronos, en comparación con ella tuve en nada la riqueza”.
Se puede orar con palabras de la oración de la misa: “Te pedimos Señor, que tu gracia continuamente nos disponga y nos acompañe, de manera que estemos siempre dispuestos a obrar el bien”.
Que la paz y el amor del buen Padre Dios permanezca siempre con ustedes.