Congestión vehicular, inundaciones y protestas sociales son riesgos en la Ciudad de México que los aficionados deben superar para llegar con oportunidad a los juegos del Mundial de Fútbol 2026.
Especialistas en movilidad consideran que, sin estrategias y planes de atención, y rutas alternas, la CDMX, Monterrey y Guadalajara no podrán ofrecer experiencias positivas al público. El tiempo apremia desarrollar planes de comunicación, movilidad, seguridad pública y realizar trabajos de reforzamiento y mantenimiento de drenaje y recolección de residuos sólidos.
“Clave para las ciudades sedes del Mundial, es mitigar riesgos ambientales y social por congestión o tráfico”, señaló el grupo Mercado de Planeación Urbana. Respecto a movilidad y congestión vehicular, habrá pocos espacios para estacionamiento en el Estadio Azteca e inmediaciones, por lo que aficionados y turistas deben viajar en el sistema de transporte público. Por ello, se debe garantizar que la red de movilidad y transporte esté integrada y sea complementaria, con rutas temporales y carriles exclusivos.
Es imposible que un sistema atienda la afluencia de usuarios al estadio en horas y días de partidos. “Un estadio es parte de un sistema urbano y las estrategias se ligan a experiencias del fan que acude a los estadios. La experiencia de llegada debe ser memorable”. “Se debe contar con corredores públicos, plazas, espacios de conexión de entornos urbanos con recintos”.
En la Ciudad de México, capital del libertinaje social, territorio a merced de cualquier grupo social que decida tomarlo y protestar por razones justas o no, ¿el “pueblo bueno”, permitirá al visitante y fan del fútbol una experiencia grata, o continuará bloqueando a placer, bajo gobiernos timoratos que no logran superar su miedo y permiten que se tuerza el Estado de Derecho?
El fútbol es un gran secretor de hormonas de placer que se eleva a escala mundial. Los “gritones” encabezan despliegue de negocios, publicidad, emoción, espectáculo y simulacro de identidad nacionalista (selección nacional). De celebrar deporte, se pasó a máquina de hacer dinero y bálsamo transitorio social. Millones de personas canalizan deseos, frustraciones y esperanzas en el balón.
Empleo precario, desigualdad estructural, endeudamiento, violencia y crisis políticas salen de la mente. El fan siente que es parte activa en algo decisivo, como en los partidos políticos, sin serlo, sin embargo, corporaciones, marcas, organismos y finanzas convirtieron deporte en súper negocio.
El “mundial” ralentiza la crítica ante el surgimiento de la emoción dizque patria. Los triunfos dan euforia, bálsamo que sana transitoriamente las históricas heridas sociales de millones de mexicanos, sin embargo, esa cicatrización falsa caerá dejando la herida más abierta, profunda y frustrante.