Hay pequeños y grandes temblores; temblores que mueven nuestro miedo, que paralizan, o que nos hacen correr, pero a donde vayamos nos encontrarán, la pregunta de siempre es, si estamos preparados para sufrirlos y si es que logramos salir ilesos, ¿estaremos por ello, preparados para cambiar?

El mayor problema de nuestro País no suele ser el económico, desde mi particular enfoque, nuestro mayor problema es la falta de fe. Seguro estoy en que habrá quien no esté de acuerdo conmigo, porque los fenómenos naturales tienen un comprobado origen científico, pero ¿acaso la naturaleza no fue creada por Dios? Entonces, volvemos nuestra mirada al principio, donde todo lo que fue bueno a los ojos del Creador, pasó a formar parte de su herencia para el hombre, y ¿qué hemos hecho con esos bienes? No, no estamos adoptando una postura de “se los dije”, no me considero un iluminado, mucho menos podría caer en la clasificación de fanático religioso. Cada uno de nosotros, tenemos conciencia y libertad para creer en lo que más no convenga, por eso, preferimos rehuir a una verdad indiscutible, a la que nos invita a renunciar a nosotros mismos, para darnos a los demás.

En ocasiones, los pequeños temblores que llegan a nuestra vida nos dan una gran sacudida, logrando con ello que se derrumben todas aquellas cosas que privilegian nuestro egoísmo, situación que nos da la oportunidad de cimentar nuevamente nuestra existencia con base al amor de Jesucristo.

Lo que habrá de derrumbarse caerá por su propio peso, más nunca como un castigo del Padre. Quien escuchó el primer llamado, tuvo la oportunidad de salir para ponerse a salvo. Quien insistió en quedarse pensando que no pasaría nada, tendrá que enfrentarse a una realidad que nunca hubiera imaginado.

Correo electrónico: enfoque_sbc@hotmail.com