“Abogado, juez y doctor, cuanto más lejos, mejor…”

Dicho popular

Los españoles tienen una frase para identificar a los cínicos y sinvergúenzas.

“Se necesita tener caradura”, apuntan cuando abordan alguno de esos casos que abundan en el mundillo político, en donde México no es una excepciòn y para colmo, tampoco Tamaulipas.

El ejemplo, si así se le puede llamar a esta situación, es el del diputado federal Erasmo González Robledo, quien apenas unos dias atrás lanzó su espada en prenda para defender la ley que fijaba topes draconianos en gastos para el rubro de Comunicación Social y prácticamente mandó al cuerno a los medios en forma arrogante.

Ahora, que su líder camaral anunció la derogación de esa norma y dio reversa a su aplicación, de repente dejó de ser “Mr Hyde” y volvió al papel del “Dr. Jekyll”, para mostrar con fingida cortesía su aprecio por la función de la prensa y su respeto a la libertad de expresión y a la soberanía de estados y municipios para regular esas actividades. No creo que haya ahora quien le crea ni el Padre Nuestro.

Así que si se lo encuentra obsérvelo bien.

Por conservar vivas sus aspiraciones a seguir medrando en el erario, el señor González Robledo parece dispuesto a hacer de todo: Insulso patiño, foca aplaudidora o melifluo caballerete de la Corte.

Y en ese todo, hasta de morderse la lengua…

JUECES Y REFRANES

Conozco muy poca gente que se atreve a defender al ex gobernador Francisco García Cabeza de Vaca. Por lo menos hasta ahora han sido escasos quienes lo han hecho. Muy escasos.

Ciertamente, casi nadie duda que sea real la serie de denuncias sobre atropellos, abusos de poder y otras lindezas que pesan contra el anterior mandatario estatal, opinión con la cual coincido con esa legión de tamaulipecos que tienen –tenemos– una pésima imagen sobre las andanzas del reynosense.

¿Merece castigo por las tropelías que se le atribuyen?…Sí le son comprobadas por supuesto que sí.

Pongo sobre la mesa lo anterior por el escenario que hoy se vive en torno a los veredictos emitidos por separado, de dos jueces federales en torno a los delitos que se le imputan al ex Ejecutivo. Ambos impartidores de justicia han sido convertidos por sus fallos, como reza la voz popular, en auténticos lazos de cochino.

Al margen de si esos juzgadores merecen o no ese maltrato, hay un factor que debe analizarse a la luz de la razón y no de la pasión, que ha llevado a un camino por demás peligroso para el Estado de Derecho: Tratar de dirimir un conflicto judicial en el terreno político, cuando a un determinado grupo de poder no le satisface un veredicto.

En función de esa malsana práctica, en una aplicación de la famosa frase revolucionaria “mátalos y después averiguas”, hoy se aplica a los jueces que no hacen lo que uno quiere que hagan, una especie de “mánchalos y después vemos si los limpiamos”, enlodando trayectorias que en muchas ocasiones habían sido límpidas en la tarea de aplicar la ley.

El tiempo y los argumentos jurídicos tienen la palabra final en cuanto a la honorabilidad o corrupción de los jueces implicados en el caso García Cabeza de Vaca, pero por lo pronto ya nadie podrá quitar sobre ellos la sombra de la duda sobre su actuación en los tribunales, en apego al viejo refrán “cuando el río suena es que agua lleva” o el más populachero “si eso dicen por algo será”. Gajes del oficio.

Ojalá se aplique la justicia en el caso del ex gobernador y si es hallado culpable que pague con todo el peso de la ley la maldad que mostró en muchas de sus actividades públicas, pero ojalá también que esa manera de querer que la ley se empareje a intereses de grupos o de particulares no se convierta en la normalidad judicial y contamine a todas o a gran parte de las sentencias, haciendo de los tribunales un mercado persa donde lo que valga sea quién ofrece más por la mercancía.

En términos de justicia, es mi opinión personal que el ex gobernador Francisco García merece pagar por los abusos cometidos en su gestión y sufrimientos causados por su maldad, pero en términos de Derecho, la única frase que debe imperar, nos guste o no, es y será una muy simple: La ley es la ley.

Aplicar otra percepciòn llevaría a la anarquía. Y con ella llegaría el caos…

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