Hace un par de días, compartía el pan y la sal con mis nietos María José y José Manuel, como siempre, la inquieta María se encontraba discutiendo conmigo sobre el trabajo y su muy particular economía; ella actualmente cuenta con 9 años de edad y alegaba que era justo y necesario que existiera una ley donde se estableciera un pago para los niños de primaria que se encontraran realmente estudiando, aseguró que ella trabajaba en la escuela 6 horas. Le recordé que el gobierno y algunas organizaciones no gubernamentales otorgan becas para los diversos nivele de educación; la niña dijo: Sí es así porque yo no traigo ningún cinco en mis bolsillos. Bueno, en realidad es un apoyo para los padres, para que estos no mermen su economía familiar y les alcance para otras necesidades. La niña dijo: De acuerdo, entonces eso se convierte en apoyo a la economía familiar, pero yo no veo que mi economía sea muy buena, pues siempre tengo que pedirles a mis padres que me compren lo que yo deseo. Imaginé que no convencería fácilmente a mi nieta, así es que le dije: Tus padres te darán una explicación más clara y más amplia. La niña se quedó pensando, mientras yo le hablaba en voz baja a su abuela del carácter tan controversial de María, lo que no pasó desapercibido para ella y comentó: A ver abuelo, ¿de qué se trata ese secreto que le dices a mi abuela? Le decía a tu abuela que eres una niña muy inteligente y que te gusta cuestionar todo aquello que no te parece justo, recuerdo cuando tenías 3 años, escribí un artículo sobre el amor que siento por ti. La niña pareció interesada y me pidió se lo leyera y así lo hice:
Jamás había visto tal lucidez en uno de mis nietos, su nombre es María José, tiene 3 años y cada vez me sorprende más. Al regresar de su primer día de clases le pregunté cómo le había ido, se paró frente a mí con los brazos en jarra y haciendo un gesto que denotaba molestia, sin más me dijo: La verdad me porté un poquito mal. Cómo está eso María, le reproché. Pues mira abuelo, la maestra me dijo: María… siéntate, y yo me senté. Entonces no tenía por qué llamarte la atención la maestra, fuiste una niña educada y obedeciste. Pues sí abuelo, pero de nuevo me volvió a decir: María siéntate y yo me senté, y luego siguió diciéndome lo mismo, y yo me volvía a sentar. Pues ¿cuántas veces te paraste María? Pues mira: Siéntate, párate, siéntate, párate, siéntate, párate. Ya mejor no sigas María, ahora sé, por qué te fue un poquito mal en la escuela. Entonces la niña preguntó: Oye abuelo, mejor dime cómo te fue a ti en el trabajo. Me fue bien, le contesté. Cómo que bien, replicó María. Si niña, bien, bien. No abuelo, parece ser que no te fue tan bien. Por qué lo dices María. Porque si a mí me fue un poquito mal habiéndome parado toda la clase, a ti con tan poquitos bien, bien, no creo que te haya ido tan bien. Mira niña, mejor déjame trabajar y vete a poner tu traje de baño, porque te toca la clase de natación. La niña se retiró por unos momentos y después regreso ataviada con el traje de baño y los accesorios correspondientes, se acercó para observar qué veía y escuchaba en la computadora, se trataba de un video que mostraba a Rafael el “Ruiseñor de Linares” España, cantando la canción “ A mi manera”, que seguramente le agradó a María porque se subió a mi regazo, recargó su cabecita en mi pecho, y guardó silencio hasta que el intérprete terminó de cantar, después me miró con ternura y me dijo: Perdóname abuelito. Por qué he de perdonarte, mi amor. Porque también me he portado un poquito mal contigo; después bajó de mi regazo y se despidió con un beso porque la esperaba su clase se natación.
Todavía no se disipaba el calor del cuerpecito de María, de mi pecho, cuando me puse a pensar lo maravilloso que había sido ese momento mágico al lado de mi nieta, que gusta, por cierto, hacerme renegar un poco cada vez que me siento a redactar los artículos para el periódico, tal vez lo hace con la intensión de que juegue con ella, mientras yo vivo mi vida a mi manera.
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