Toqué su angelical mano delgada, para anunciar mi llegada, y con ello despertarla de sueño que la tiene postrada, más, profundo era el influjo del poder de Morfeo, que quizá por ello mi caricia paso inadvertida, por eso opté por hablarle con dulzura al oído, como el tibio viento de una tarde de verano, y cuando me daba ya por vencido, solté su mano para acercarme a su cara, con la intensión de besarla, fue entonces, que observé un sutil movimiento, ahí, detrás de sus parpados que como velos cubrían sus ojos en aquella etapa del sueño, moviese pues, como el baile de una doncella que escuchara a lo lejos que alguien por su nombre la llamaba, y presurosa corriera a asomarse por la ventana; mientras que yo, enamorado y confiado con ansiedad esperaba, para ver en su cara la sonrisa anhelada.

Toqué después su bella cara, mi mano se posó en su fina piel adorada, comparando su tersura como la de un bello camino cubierto de suaves y aromáticos pétalos de rosa, dando gracias a Dios por tener la fortuna de estar a su lado, recordando con ello cómo ese ángel alado, cubría mi cuerpo de besos para ser despojado del miedo a la vida.

Mi mirada y la suya, infinito cariño y ternura, amor que todo lo cura, mujer de mis sueños tranquilos que al despertar, me conduce por los caminos seguros sin perder la cordura, que ha despertado a su espíritu, para abrazar el mío, en comunión bien establecida, para ser por Dios bendecida.

Entonces, toqué su alma, y ella se regocijo con la mía al tomarla en sus brazos, me arrullo y me dijo cuánto me amaba, y mi yo niño se llenó de gozo, contempló la sonrisa de quien nos miraba a ambos y ya nos había salvado cuando sentíamos que nos había fallado.

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