No cabe duda que el tema de los migrantes da para un libro… y mucho más, por las diversas formas que tiene para abordarse, desde el respeto a los derechos humanos, la legislación al respecto y la forma de ver el problema como una oportunidad, un problema o una consecuencia.
No es fácil encontrar una solución a este problema, porque a fuerza de ser sinceros, fríos y firmes, un migrante es una persona que se encuentra en un suelo determinado en forma ilegal, es decir, sin permiso, violentando las leyes existentes, sea por su falta de capacidad intelectual, social, física o económica, pero de alguna manera está en forma irregular, y eso, aquí y en China se llama ilegalidad.
Rafael Hernández Soriano, diputado por el PRD urge a las autoridades a destinar más recursos para que se pueda atender a este grupo social, en cuanto a sus necesidades y derechos a servicios básicos.
En la franja fronteriza de cualquier nación se congrega gente con esta problemática, y constituye una serie de gestiones que deben hacerse para poder dar respuesta a sus necesidades, sin embargo, insistimos: ¿Hasta donde es justo atender a quienes no se detuvieron para violar leyes y llegar a un territorio donde no son bienvenidos porque no cumplen con los requisitos legalmente establecidos?
Es como decía un buen amigo, que si llega a tu casa alguien y se mete, se sube a tu cuarto y se acuesta en tu cama. Además, cambia el canal de tu televisor, para ver lo que a él se le antoja.
Entonces, tú que pagas todo lo anterior consideras que no es justo que llegue cualquiera e invada tu suelo, tu casa, tu hogar, tome tus cosas y se adueñe de todo.
Hay leyes, y debemos pugnar porque se respeten en todo el mundo, o así debe de ser desde nuestra perspectiva.
Y quien no cumple con la ley, no debe ser premiado; al grupo de indocumentados se destina una millonaria suma y se exige que se respeten sus derechos humanos, y nos preguntamos si cuando ellos llegan y violan la ley de migración y otras más respetan las leyes y nos respetan a nosotros.
Es un tema difícil, pero las actitudes paternalistas nos matan: seguimos pensando “pobrecitos, necesitan ayuda”, cuando a nuestros hijos nadie les ha ayudado, o “qué les den de comer y casa, que no sean malos con ellos”, cuando a los nuestros o a nosotros nadie nos ha regalado siquiera una bolsa de pan para subsistir.
La legalidad es de todos y para todos, o así lo vemos nosotros, y para vivir bien hay que tener, en primera instancia, la voluntad de hacerlo, preparación, esfuerzo, querer hacer bien las cosas y adaptarse al suelo y actividad que hemos elegido como prioritaria para vivir.
Y resulta que cuando manifestamos la idea anterior nos tachan de inhumanos, de insensibles, pero quisiéramos que otros también pensaran en esos millones de personas que no son indocumentados e igual, no tienen oportunidades para vivir dignamente. La pobreza extrema está presente en todo el país y estados, en cualquier zona de cualquier municipio, y son ellos tan mexicanos como otros, además, los grupos de indocumentados provienen de otros países, y un sector de mexicanos se pronuncia porque se les ayude, pero no piensan, por ejemplo, en nuestros indígenas, en nuestros pobres.
Hay muchas necesidades, y no podríamos atender todas. No nos alcanzaría el dinero, y eso es una realidad.
Entonces, más que pedir más dinero para atender a los migrantes, deberíamos pensar en una solución para que se adapten a la fuerza laboral y productiva y que no sean una carga para los demás.
Bastante tenemos con mantener corruptos y holgazanes políticos con sueldos estratosféricos, ministros de la Corte y otros vividores del sistema, como para también mantener a indocumentados de otras naciones que, seguros estamos, si nos dieran a elegir entre ellos y la clase política, seguramente los indocumentados tendrían una mansión cada uno, porque al menos, ellos sí son sinceros.
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