Desde niño supe que era diferente, que siendo pequeño, reinaba en mí un espíritu grande; no lo deduje por mí mismo, porque como todo niño, había inocencia en mí y la verdad, no tenía ningún interés en saber lo que me estaba ocurriendo; en ese entonces, sólo deseaba jugar y soñar en cosas fantásticas; me enteré de que mi cuerpo albergaba un espíritu viejo por otras personas, por familiares y amistades de las mismas, pues definían mi personalidad como reflexiva, donde destacaban los valores de la prudencia, la humildad, la responsabilidad, la justicia, la equidad y la honestidad. Comentaban que era demasiado observador y que tenía un interés peculiar en descubrir el porqué de las cosas, de las actitudes, del comportamiento de los animales y de las personas; decían, que era capaz de entablar diálogos con personas mayores y discernir con mucha propiedad sobre las diferencias de parecer; dicen que evidenciaba tolerancia y evitaba las discusiones, y que siempre buscaba que las otras personas se dieran la oportunidad de meditar sobre aquello que les causaba enojo, de tal manera, que lograba dejar una buena impresión y con ello, generar la confianza para continuar intercambiando ideas, proyectos y acciones en beneficio de los demás. Dicen de mí eso y otras tantas cosas, pero he de reconocer que no las recuerdo, porque lo que más deseaba era ser aceptado como una persona normal, alguien que pudiera contar sus aventuras como lo hacían los demás, explorar el mundo sin temer a los riesgos o a las represalias de parte de los adultos, alguien que estuviera en boca de todos por haber alcanzado un logro personal significativo; siempre sentí que mi manera de pensar y de actuar era un barrera que me impedía hacer amigos de mi edad, de ahí que siempre lograba empatía con personas mayores.
Me costó mucho trabajo simular que no era yo, porque mentir nunca fue fácil, engañar me causaba un gran dolor y dejar de amar me provocaba una agonía indescriptible; fui rechazado por muchos grupos en la infancia, en la adolescencia, en la juventud, fui rechazado incluso por mi padre y mi hermano mayor; por algunos compañeros de escuela, por algunos de mis maestros, por algunos de mis compañeros de trabajo, por algunos compañeros de grupo político; y como era muy doloroso todo eso, llegué a la conclusión de que mi forma de pensar y de ser, no era la más adecuada, lo que me llenó de tristeza y me abandoné en la meditación; después algo maravilloso llegó a mi vida, liberándome toda culpa y mostrándome el camino de regreso por donde había llegado mi espíritu viejo.
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