El Estado Mexicano viene incrementando su permisividad (no ofrece resistencia a lo que se considera perjudicial) para violar la ley en lo que va del siglo, a grado tal, que esfumó la esperanza de millones de mexicanos de salir de la situación de desigualdad de todo tipo, en especial la social, que es la madre de todos los males que puede aplicarse a una persona.
Gran parte de la sociedad mexicana colabora activamente para establecer la desigualdad social como manera de vida, pues lo aprendió viendo y viviendo. El club, el estatus de vida con autos, educación de privilegio, tecnología de lujo, vacaciones en lugares carros y en el extranjero, lo que existe es aquello similar a lo que se vive, los demás son seres que sirven al grupo que se siente selecto, para resolver sus necesidades, incluso salud y parroquiales. Los Obispos están en la categoría selecta.
La descomposición del Gobierno contamina a la sociedad, la que aprende muy rápido aquello que se permite, y aquello que se castiga. Al profundizarse y ser más amplia la permisividad, los hechos que violan las leyes se vuelven una manera de vida por el Gobierno y por gran parte de la sociedad. En México se perdió el estado de Derecho y se vive un estado delincuencial con homicidio, robo, extorsión, secuestro. El 80% de los delitos que la sociedad sufre no se denuncia ante el Ministerio Público, y del 20% que se denuncia, sólo se castiga el 3%. Los resultados de los aparatos de seguridad y de justicia en México son exiguos, aunque el presupuesto que se asigna es muy cuantioso.
Al interior del Gobierno la permisividad campea. Órganos Internos de Control; Comités de Compras; Licitaciones; toda instancia que se crea para que la ley, reglamentos y normas se hagan valer, valen muy poco. En México se usan para venganza o para someter a quien disiente. La Función Pública y Hacienda se utilizan para que el disidente se adapte a la horma oficial.
El aún caliente proceso electoral se contaminó para que el voto se expresara a favor de los grupos que detentan el poder. La magnitud de la sociedad que participó para mostrar su rechazo a la permisividad y a la desigualdad social, y que considera encontrar en López Obrador el personaje que logre redimirla, le da cierta legitimidad por el número, pero no le quita la permisividad que se mostró a través de la manipulación “por las buenas y por las malas”. A viejas prácticas de reparto de despensas, compra de voto, ser dueños de aparatos electorales, etc., le añadieron secuestro de organizadores políticos.
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