Y aquel asomo de vida, salió al encuentro de la desesperanza, de la tristeza y del desaliento; sin pensar, que al dejar el cuerpo, quizá… quizá ya no podría regresar de nuevo; pero ¿acaso no es para eso el espíritu? para acudir al llamado del Señor; si así lo mando Él, es porque tenía confianza en que aquel espíritu regresaría a su cuerpo, después de haber cumplido con la proeza de allegarle sabiduría a quienes un día dejaron de creer que tenían el poder para cambiar su día a día.
Pero, para qué dar a conocer un mensaje que parece no convencer a la mayoría, a esa que está muy acostumbrada a que le digan que todo seguirá igual como el primer día, en que aceptó que jamás podría cambiar su vida, porque así le había tocado vivir en un mundo en el que la desesperanza empieza al despertar, en aceptar que la tristeza es normal y no reconoce en ello la causa de nuestro desaliento.
Dirán, por qué en lugar de comunicar mensajes de sanación y de esperanza, mejor no nos unimos a las cadenas que se encargan de dar malas noticias, que igual contribuyen con sus comentarios, a que nuestro pueblo siga sumido en la perniciosa costumbre de pensar que somos país de corrutos, de flojos, de desalmados, y que por padecer de tal discapacidad para manteneros por el camino correcto, necesitamos de falsos profetas para que nos conduzcan por otra vereda, haciéndonos creer que ahora sí vamos por el camino de la rectitud, la honradez y del trabajo fecundo.
Es preferible quedarse sin aliento al expresar que los mexicanos, los considerados buenos, lo menos malos y los peores, todos somos hermanos y deseamos la armonía, la paz y la prosperidad, y que para ello, necesitamos primero dejar de escuchar aquello que nos hace sentir mal y nos enferma.
Emitamos más mensajes de bienestar, rechacemos todo lo que contribuya a darle fuerza al sentimiento de malestar, empecemos en nuestros hogares, mostrando gratitud a Dios por el nuevo día, salgamos a trabajar con toda la buena actitud para generar el bienestar a todos con los que interactuamos para mejorar la calidad de vida.
Ahora, si logré hacerlo detener su prisa y llamar su atención para a leer este mensaje, reciba de mi parte una sonrisa, y en ella, la seguridad de que por más pequeño que parezca un buen detalle, éste, tendrá la fuerza suficiente para hacernos cambiar y alcanzar nuestro bienestar.
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